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La pintura rupestre no sabe nadar

Jóvenes portugueses salvan de las aguas el mayor yacimiento de arte paleolítico a cielo abierto en Europa

"Las pinturas rupestres no saben nadar": este eslogan, hallazgo de los alumnos de la escuela de Vila Nova de Foz Cõa, ha hecho historia: se convirtió rápidamente en el estandarte de los jóvenes portugueses, movilizados para salvar de las aguas de una presa en construcción el mayor yacimiento de arte paleolítico a cielo abierto de Europa. El primer ministro portugués, Antonio Guterres, se lo ha agradecido a los alumnos y a los profesores de la escuela de la aldea, felicitándoles por "haber tenido la razón mucho antes que los demás". En su momento, cuando el país se dividía entre los amigos de las pinturas y los defensores del hormigón, Antonio Guterres se comprometió, en plena campaña de las legislativas de 1995, a hacer todo lo posible por parar la construcción de la presa. Ésta se destinaba a producir 300 millones de kilowatios hora por año y debía constituir, según sus defensores, una reserva de agua apreciable en periodo de sequía. La promesa del futuro primer ministro se mantuvo en un momento en el que, para muchos de sus colegas socialistas, el peso de los grabados era inferior al producido por una obra destinada a disminuir la dependencia de Portugal de España en materia de reservas de agua y de energía eléctrica. La parada definitiva de las obras de la presa fue anunciada -en el primer discurso de Antonio Guterres al Parlamento- "cuando todos los sondeos mostraban que esta decisión no era popular", recuerda el primer ministro. Para mayor polémica, los científicos portugueses y extranjeros emitían juicios contradictorios sobre la datación de las pinturas y su importancia. Estudios efectuados por cuatro expertos internacionales a petición de Electricidad de Portugal (EDP), constructora de la presa, llegaron a concluir que las pinturas (hoy datadas en cerca de 20.000 años de antigüedad) no tenían más de 3.000 años y que algunas de ellas no tenían más que un siglo.

Aun afirmando que las pinturas "no podían dejar de ser salvaguardadas", el Gobierno del entonces primer ministro, Aníbal Cavaco Silva (de centro-derecha), continuaba apostando por la construcción de la obra.

Para la arqueóloga portuguesa Mila Simões de Abreu -que fue la primera en advertir a la comunidad internacional del descubrimiento de las pinturas, mantenido en secreto durante cerca de dos años-, era querer conciliar lo irreconciliable. No se podía, según ella, "tener a la vez las pinturas y una capa de agua de 20 kilómetros cubriendo todo el valle. El santuario paleolítico es también todo el contexto medioambiental". Sin embargo, la idea de la creación de un museo con réplicas de las pinturas o bloques de pizarra arrancados de su emplazamiento multimilenario tomaba cuerpo. El proyecto de la presa, en la que la EDP había gastado ya unos 3.750 millones de pesetas, seguía su curso y la polémica tomaba una dimensión internacional.

La cohabitación del presidente de la República, el socialista Mario Soares, con su primer ministro de centro-derecha se hizo más difícil todavía el día en que el jefe del Estado se pronunció por la detención de los trabajos. En agosto de 1996, menos de un año después de la victoria socialista en las legislativas, el valle sagrado del paleolítico portugués se abría a los visitantes, "en el nombre de la cultura, la humanidad y el interés nacional".

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