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El Ayuntamiento tramitó este año 83 quejas de daños por baches y zanjas mal señalizadas

Antonio Jiménez Barca

, Por los despachos del Ayuntamiento de Madrid circularon este año 83 expedientes de pequeños desastres: algunos pertenecen a personas que se cayeron a zanjas mal señalizadas o a automovilistas que acabaron con el coche destrozado en un bache emboscado en el pavimento. Incluso hay un caso de un vecino que tropezó con una piedra colocada en la acera, que rodó por el suelo, se rompió el brazo y lleva reclamando más de dos años. Los afectados denuncian que el Ayuntamiento retrasa mucho tiempo el pago de las indemnizaciones a base de recursos.

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Algunos de estos 83 expedientes municipales pertenecen a accidentes ocurridos años atrás que se arrastran de despacho en despacho o de juicio en juicio. Otros han arrancado en 1998, pero los ciudadanos desconocen cuándo terminarán. En 83 casos distintos cabe casi de todo. Éstos son algunos ejemplos:Un tropezón maldito. El día de Navidad de 1996, un vecino de Carabanchel paseaba con su familia por la calle de Dolores Armengot. Charlaba con sus hijos y con su mujer, y no advirtió que en la acera amenazaba una piedra de medio metro de alto que los trabajadores que arreglaban el pavimento habían dejado allí sin que nadie haya explicado todavía por qué. El tropezón fue espectacular. El vecino rodó por el suelo, rompiéndose el brazo por tres sitios diferentes. Todavía le duran los efectos del mal paso. El hombre, de 65 años, no puede, por ejemplo, peinarse con la mano izquierda. La familia denunció a la contrata que llevaba a cabo las obras, al Ayuntamiento y a la Policía Municipal. La mujer del accidentado asegura que ya los vecinos habían alertado a los agentes, el 22 de diciembre de aquel año, de que la piedra estorbaba en la acera. Dos policías lo comprobaron un día después, pero no retiraron el pedrusco. Tras dos años, el vecino que se desplomó en la calle de Dolores Armengot espera que el juez le dé la razón.

Un golpe de 900.000 pesetas. El hijo de Francisco Peco conducía el verano pasado un Fiat Barqueta descapotable por la calle de La Revoltosa, en pleno distrito del Puente de Vallecas. Un sovacón puso fin el paseo "Se cargó el cárter", dice el padre. "Con una furgoneta se podía haber pasado el bache, pero con el Fiat Barqueta, pues no", añade. El coste del arreglo llegó hasta las 900.000 pesetas, que abonó la compañía de seguros. "Mi hijo, eso sí, denunció todo el incidente en el sitio ante la Policía Municipal, y luego reclamamos en la Junta Municipal de Vallecas. No sé lo que pasará y si el Ayuntamiento tendrá que pagar algo. Lo que sí sé es que el bache sigue ahí, en el mismo sitio", concluye Peco.

Esguince por un socavón. María Pilar Pérez Aranda se cayó en un socavón en la calle de Marcelo Usera (Carabanchel) hace más de un año. No ha recibido todavía ninguna indemnización. Reclamó a la junta municipal del distrito, donde le contestaron que la culpa era de la constructora que ejecutaba la obra. Pérez Aranda asegura que ha sufrido secuelas en el trabajo. La clave del laberinto burocrático -y a donde se agarran siempre los abogados- es la misma: el Ayuntamiento culpa a la empresa contratada, y la empresa se defiende culpando al municipio. El vecino, que es el que reclama, se queda en medio de esa disputa sin conseguir nada.

La tienda inundada. Unas obras de Gas Madrid en la calle de San Raso, en el distrito del Puente de Vallecas acabaron inundando, hace dos meses, los sótanos de una tienda. "No sé qué hicieron que, en cuanto llueve, se nos llena la cueva de agua", explica Teófilo Escobedo, el propietario del establecimiento. Escobedo comenta que, tras las protestas, visitaron la tienda dos funcionarios municipales que se limitaron a hacer unas fotos y a cerciorarse de que, efectivamente, por la pared se filtraba agua. "Desde entonces no ha venido nadie por aquí a pesar de que hemos denunciado esto muchas veces".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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