Masocas

La vida cotidiana, el vulgar trasiego de un cuerpo por el camino de las horas, está en proceso de ser sublimado por el arte en su totalidad. Algunos reductos que aún permanecían silvestres, como el masoquismo (esa práctica erótica hasta ahora reservada para varones con buena preparación intelectual), van cayendo en el arte de masas. Según expone Anita Phillips en Una defensa del masoquismo (Alba Editorial), muchas mujeres defienden hoy su derecho a protagonizar ese ámbito misterioso, refinado y patético. Hasta hace poco se suponía que las mujeres llevaban el masoquismo incorporado desde la cuna y, en consecuencia, no podían actuar de esclavas, sino tan sólo de amas, de dominatrix, oficio casi siempre mercenario. Desde sus altos tacones de aguja, ellas eran las obreras del doloroso placer masculino. Pero cuenta la doctora del Queen Mary College (Londres) que en la actualidad muchas mujeres están exigiendo jugar el papel de sometidas y que sean ellos quienes suden tras la máscara de cuero y carguen con el trabajo de humillar adecuadamente y azotar como es debido. La relación masoquista se basa en un contrato mutuo para representar durante un tiempo estipulado escenas muy complejas e imaginativas. Anita Phillips asegura que muchas mujeres competentes, con éxito social, excelentes profesionales y feministas radicales están exigiendo cambiar el papel tradicional de las mujeres en ese ámbito. Como la turbadora Isabella Rosellini retorciéndose sobre el terciopelo azul de Lynch, son hembras libres, atractivas e inteligentes las que rechazan un reparto de tareas dominado por los machos y reclaman acceder al papel de sometidas y humilladas con fino azote artístico. Apoyamos en la medida de nuestras fuerzas esta justísima reivindicación femenina y haremos cuanto esté en nuestra mano para que triunfe.
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