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¿Por qué no se callan los obispos?

Ante tanta palabra de obispos, documentos, discursos e inflación de palabras de la jerarquía católica en nuestro país y en la Iglesia universal, son muchos los que se preguntan ¿por qué tanto hablar, si los ciudadanos del mundo apenas los escuchan, o si los leen crean numerosos malentendidos como le pasa al obispo Setién? Cuando éste hace alguna declaración empiezan las reacciones negativas, y tiene que aclarar lo que deseaba decir. El lenguaje episcopal nada tiene que ver con nuestra manera de hablar seglar, y así pasa lo que pasa. Quieren dirigirse al mundo de los laicos, y no conocen ni su lenguaje ni su modo de pensar y fácilmente fallan en lo que pretenden conseguir. Al final más hubiera valido que no hablasen.Entonces se pregunta uno: ¿es que la Iglesia nada tiene que decir ni opinar? Y contesto claramente que sí, que puede y debe hablar; pero, ¿quién? Porque Iglesia somos todos y principalmente los seglares, que componemos el 99% de los que la forman. El clero, y en particular los obispos, están al servicio nuestro; no al revés, como es frecuente que hagan. Parece que somos unas ovejas mudas que tenemos que esperar la consigna de arriba para poder pensar o intervenir. Y eso es lo contrario de lo que quiso el Concilio Vaticano II, promoviendo un seglar activo y mayor de edad, no un menor que no puede abrir la boca sino para repetir y seguir dócilmente lo que le dicen los que están en lo alto de la pirámide eclesial. Una estructura piramidal que es falsa, porque la función episcopal es diferente. No es la de dominar y hacer callar, sino fomentar que seamos nosotros los que hablemos sobre lo que más directamente nos afecta: política, sociedad, matrimonio, legislación y moral de nuestra vida.

Crean los dirigentes de la Iglesia que, los que todavía permanecemos en ella, estamos hartos de su mando autoritario, que quieren hacernos unos autómatas que proceden como robots al son de lo que ellos nos tocan.

Yo seguí, cuando era dirigente de los profesionales e intelectuales de Acción Católica en los años sesenta, lo que leí del papa PabloVI que tuvo la valentía de enseñar que la moral que construía frecuentemente el clero era una moral empírica, y había que convertirla en una moral científica por obra de los seglares católicos, que somos los que estamos en contacto con el mundo temporal y debemos opinar sobre lo que tan directamente nos afecta.

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Las dificultades que han tenido hasta hace poco los seglares para ser profesores de teología y, sobre todo, las mujeres es un claro síntoma de lo que digo. La Iglesia es hoy un organismo clerical que sólo muy poco a poco va dando una pequeña entrada al seglar.

Sin embargo, la tradición cristiana es muy diferente. Sobre todo en el mundo oriental cristiano, donde el papel del seglar ha sido en estos últimos siglos mucho más importante que en nuestro mundo latino. Los mejores teólogos fueron en Grecia o en Rusia los seglares. El mejor teólogo ortodoxo del siglo pasado fue el seglar Komyakof. Y se consideraban teólogos no sólo a los seglares profesores de facultades de teología, sino, como dice el jesuita profesor Schultze, a "aquellos pensadores religiosos que se han ocupado de problemas teológicos sin haber recibido, sin embargo, una formación académica en teología y sin pertenecer a alguna de las Academias eclesiásticas". Y cita que en 150 años hubo en Rusia 50 teólogos seglares de primera línea. Y a los concilios asistían activamente los seglares también, como al concilio panruso de 1917 donde la mitad de los participantes activos eran laicos.

Yo he de confesar que algunos pensadores católicos seglares me han convencido más que muchos clérigos. En épocas pasadas, como en tiempos de nuestra II República, algunos laicos católicos hacían más impacto en aquellos años de discusión y polémica que los clérigos. Citaré dos: Giovanni Papini y Jean Guitton. Y en el sigloXIX dos franceses, De Maistre y Montalembert, o dos alemanes, Görres y Schlegel.

Aquí, en nuestro país, la voz de un seglar cristiano tiene más impacto popular que lo que pueda decir cualquier clérigo. Recuerdo los dos artículos, publicados por Julián Marías hace pocos meses, sobre la deplorable liturgia que se suministra hoy en las parroquias de Madrid. Algo lamentable y de ínfima categoría religiosa -¡qué homilías, que invitan a salir corriendo a los asistentes para no pasar un mal rato!; y ¡qué cánticos con esa música y letra hortera! Yo hablé de ello con algún sacerdote de mi parroquia y las observaciones respetuosas y cargadas de razón de Marías no les han hecho rectificar. Aunque al periódico le llovieron cartas y más cartas de seglares dándole la razón. ¿Es que no ha leído todo esto nuestro arzobispo y pone remedio a esta liturgia de tan poca categoría que se suministra? Y ¿por qué no les dice a muchos de sus curas que no se rodeen de seglares sumisos, tiralevitas del clérigo que les quiere dirigir en su Iglesia? ¿Cuándo se dialogará en la Iglesia de verdad, como quería PabloVI?

Lo interesante sería que los obispos hablasen menos públicamente y se ocupasen de lo interno de su Iglesia para darle más categoría; que la haga aceptable al que discurre y quiere algo mejor que la literatura basura que se vende en las librerías religiosas de gran éxito entre el clero o las religiosas.

Y de puertas afuera que se callen durante unos años para dar paso al seglar. Un católico nada sospechoso, el conservador periodista italiano Vittorio Messori, le ha pedido a su admirado Juan Pablo II que se instaure un periodo sabático de siete años de descanso a la palabra de la Jerarquía. La Iglesia, dice Messori: "Ha producido en los últimos 20 años más palabras que en los pasados 20 siglos. Y cuando más habla uno, menos le escuchan". Por eso propone ese periodo de siete años "durante el cual la Iglesia guarde silencio, desde el sacristán hasta el Papa... Deberíamos esforzarnos por recuperar la costumbre de los papas de hace unas décadas que escribieron tres encíclicas como mucho".

¿Por qué no escuchan también a san Juan de la Cruz, que recomienda un "silencio amoroso" que les es imposible a los jerarcas católicos hasta ahora practicar?

E. Miret Magdalena es presidente de la Asociación de Teólogos/as Juan XXIII.

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