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Juan Manuel Lillo, tercera "excepción" de una temporada tranquila para los entrenadores de Primera

Carlos Arribas

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Hasta la jornada 15ª incluida, en la temporada 1994-1995 habían cesado en su cargo cinco técnicos, una cifra que marca, más o menos, la media del último lustro. Un año después se quedaron con las ganas del turrón navideño cuatro entrenadores, el mismo número que en la 96-97. Sin embargo, la temporada pasada se produjo una verdadera epidemia otoñal que afectó a siete técnicos, motivo por el que los tres destituidos de la temporada actual suenan a mínimo histórico. Y la destitución de Juan Manuel Lillo en el Tenerife, a una excepción en una temporada excepcionalmente tranquila para los entrenadores. ¿Han dejado los técnicos de ser una especie en peligro?Ya les habría gustado a Maturana (Atlético de Madrid), Toshack (Real Sociedad), Espárrago (Valladolid), Paunovic (Logroñés) y Suárez (Albacete) -los entrenadores que no llegaron a la Navidad de 1994-, que por entonces los presidentes hubieran tenido ya la madurez que lucen ahora. O a Oliveira (Sevilla), Iriarte (Real Sociedad), Aimar (Celta) y Zabalza (Rayo), los damnificados del 95. O a Brzic (Oviedo), Lotina (Logroñés), Luis (Valencia) o Víctor (Zaragoza), los del 96. Y no digamos a los afectados por la epidemia del 97, que convirtió a los técnicos en fichas de dominó que se empujaban unas a otras: ya en la tercera jornada Cantatore dejó de entrenar al Valladolid y Valdano al Valencia; en la cuarta fue Montes el que dejaba el Sporting; en la sexta le tocó el turno a Carlos Alberto (Deportivo), en la séptima a Goikoetxea (Salamanca), en la décima a Víctor (Tenerife) y en la 15ª caía el segundo en el Sporting, Maceda.

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Cómo no pensar que los tiempos nuevos han llegado, y más cuando uno de los tres relevos de de esta temporada (el de Marcelo Bielsa, en el Espanyol) no puede considerarse una destitución pura.

in embargo, más que debida a una posible madurez de la clase dirigente, la sequía en los despidos tiene toda la pinta de deberse a que el actual embotellamiento clasificatorio (entre las plazas europeas y las de promoción sólo hay siete puntos) tiene a todos los equipos convencidos de que ninguno va mal. Todos o están donde sus expectativas les dictaban o por encima de ellas. Y los dos que claramente están por debajo de lo que su presupuesto y tradición dictan, el Real Madrid y el Barcelona, tienen excelentes razones para no cambiar de técnico. El equipo blanco, porque la marcha europea es impecable y a la afición (la primera piedra con la que tropiezan los destituidos) parece importarle más la octava que la Liga doméstica. Y el Barça, fracasado en Europa y a la deriva en España, sencillamente porque Louis van Gaal es la cabezonería de un Josep Lluís Núñez capaz de enfrentarse a la afición y a los jugadores para salirse con la suya hecha técnico.

Pero que no respire tranquilo nadie: cuantos menos técnicos caen antes de la pausa navideña más lo hacen en la segunda mitad del campeonato. En la 94-95, cinco antes y 10 después; en la 95-96, cinco y ocho; en la 96-97, cuatro y 10, y la pasada siete y cuatro. Para llegar a los 13 de media del último lustro faltan todavía 10.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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