Suelo andaluz
La televisión ha vuelto a engañarnos. Hemos ido a la guerra y la televisión nos ha enseñado unos fuegos artificiales. La CNN, leyenda de la información en directo, nos ha vuelto a contar un ataque a "objetivos estratégicos" iraquíes, como quien muestra una selección de juegos de ordenador. Comparar masacres de los fundamentalistas argelinos, contra sus propios compatriotas, por referir sólo una posibilidad de información televisiva, con la asepsia del estilo CNN en las acciones contra Sadam Husein, o más exactamente contra su pueblo, es llegar a la conclusión de que alguien quiere condicionar nuestra manera de mirar las barbaridades, para que unas nos parezcan tales y otras éxitos de las democracias contra los dictadores. Nunca sabremos si lo visto era la consecuencia de los furores bélicos de Clinton, o un timo para dirigirnos el pensamiento y acallar cualquier posible inquietud sobre lo "desatento" de la decisión de un ataque, en plena euforia consumista prenavideña. El sufrimiento de Clinton por sus "alegrías con Mónica" puso a eso que llaman "comunidad internacional" en posición de acatamiento y asistió con todos nosotros dentro, silenciosa y sumisa a la consumación de la crueldad gratuita, y además inútil. Nada arregló para nadie la guerra del Golfo, y nada arreglará este nuevo ataque que ni siquiera evitó el impeachment al guerrero Clinton, que escandaliza a los políticos americanos por sus "costumbres recreativas" y no recibe ni un reproche por hacer un guerra unilateral y sospechosa. La comunidad internacional, es decir nuestros gobiernos, sumisos y entregados, nos implicaron contra un dictador que nos gusta. Clinton atacando y nuestros gobierno acatando, tampoco nos gustan. Pero nos implicaron. El Gobierno español, el de ahora como el de antes, en la guerra del Golfo, le ha dado pista en suelo andaluz, en la Base de Morón, a los aviones americanos que surcaban el espacio en son de guerra. Sin quererlo y sin más información que la de los fuegos artificiales de la CNN, hemos estado en la guerra, mientras comprábamos el turrón.
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