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Educación ambiental

Aunque propósito fundacional de la ministra Tocino, cuando se vio investida del más difícil cargo de la administración pública, lo cierto es que apenas nada, hasta la semana pasada, amaneció en el campo de lo educativo. Ahora promete mil millones para el próximo ejercicio, presupuesto que hace ya mucho tiempo que es demasiado tacaño. Pero justo es reconocer que resulta más generoso que sus predecesores. Lo relacionado con la Educación Ambiental presenta un pobre balance en nuestra reciente historia. Podría discutirse una vez más que no corresponde al del ambiente, sino al departamento de Esperanza Aguirre, o mejor a todos, incrementar las posibilidades de que los ciudadanos incorporen a su percepción y sensibilidad el trato que le damos a nuestro derredor, es decir a nosotros mismos. Podríamos acordarnos de que los medios de comunicación son, por no querer educar, los que más educan. Recordemos, de paso, que en ellos lo ambiental lucha por la supervivencia como el mismo escenario real del que intentan dar noticia. Es más, confiar en el largo plazo siempre implica la formación de un criterio, en su mayor parte nuevo, que apenas está dando alcance a la destrucción. Ésa que se ampara en los viejos planteamientos. Pero sin duda necesitamos Educación Ambiental. Acaso una vez más la materia más compleja.Cuando la ministra del medio ambiente expresó hace dos años largos que uno de sus principales objetivos era impulsar la oferta educativa, planteé aquí varias sugerencias. La primera, la de que su labor pedagógica comenzara por sus compañeros de gabinete, que siguen sin acudir a cursillo alguno que no sea el de cómo entregar el mundo que nos rodea a las fuerzas menos constructivas; no se plantean dejar algo para que lo disfruten en el futuro. Entre parques temáticos, autopistas, embalses, trasvases, altas velocidades, aumento de la contaminación, impuestos, y avalanchas de privatizaciones, seguramente estamos en una de la más dura ofensiva jamás emprendida contra los sistemas naturales y las sensibilidades sociales. Cierto es que nos van a llegar algunos nuevos Parques Nacionales, pero casi se nos escapa Doñana, el mejor, que tras ser herido sigue esperando una mínima autocrítica por parte de los que siguen asombrosamente teniendo las mismas irresponsabilidades que antes de suceder.

Pero no menos cierto resulta que la semana pasada, en las terceras jornadas nacionales de educación ambiental, en Pamplona, asomó un alivio. Se respiró bastante sensatez y ánimos de seguir peleando por un porvenir menos zarandeante. Sobre todo nos encontramos con un borrador de Libro blanco de la Educación Ambiental que, al contrario del recientemente presentado sobre el Agua, tiene mucho en lo que confiar. De momento destacar que los empeñados en su elaboración, una docena de excelentes profesionales, encabezados por la armonizadora Susana Calvo Roy, han acometido una buena síntesis de los nuevos impulsos que desde la administración deberían sustantivarse para recordar que vivimos sobre la fragilidad misma. Confiemos en que este borrador comience a borrar el triste pasado y el no menos agresivo presente.

Pero siguen faltando algunos planteamientos, porque no acaba de entenderse que la Educación Ambiental, para llegar a ser ella misma, debe renunciar a ser especialidad. Si queda encasillada en normativa regulada no alcanzará más que a los que ahora alcanza o será tomada como un ligero tentempié. Porque no hay un solo sector que no pueda ser leído en clave ecológica. Una vez más convendrá recordar que es esa ciencia con alma que pretende, como decía Schiller de la belleza, incluirlo todo. Lo que, traducido al ahora, es tomar consideración los procesos, los resultados y las consecuencias a corto, medio y largo plazo. Tampoco podemos olvidar que la Educación Ambiental también es un medio para interpretarnos, por primera vez en la Historia, como temerosos de nuestro propio poder.

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