Conventos con Internet
En la calle Feduchy de la capital gaditana, un muro modesto separa el tráfago de las compras madrileñas de una vida de oración y recogimiento. Se trata del convento de las descalzas concepcionistas, orden del siglo XVI, en cuyo portón principal un torno de madera permite a sus moradoras vender al público distintos productos, desde galletas o amarguillos a calendarios de santa Beatriz de Silva. Por primera vez en su centenaria historia, las puertas del monasterio se abrían la pasada semana para la prensa. El motivo no era otro que la presentación del libro Clausuras. Conventos y monasterios en Cádiz, escrito por seis investigadores encabezados por Luis Martínez Montiel, y publicado con el auspicio de la Diputación de Cádiz. El objeto de esta edición es, en palabras de sus responsables, el de acercar al lector el quehacer cotidiano de las personas que se entregan a la clausura, y que "al margen de la intensa vida espiritual, está lleno de pequeños aconteceres, a menudo milagrosos". Poco más de un año les ha llevado a los autores recorrer los 21 espacios de este tipo que se hayan registrados en la provincia, edificios que en algunos casos llegan a los 3.000 metros cuadrados, pero que apenas son habitados por una docena de personas de media. "A menudo, empiezan a limpiar el monasterio por una esquina, y cuando llegan al otro extremo deben empezar de nuevo", comenta Martínez Montiel. "No obstante, es apasionante ver cómo cuidan su patrimonio y cómo mezclan sus costumbres las religiosas españolas, mexicanas o nigerianas". Uno de los detalles que más poderosamente llamó la atención de los estudiosos fue el contraste entre la pátina de antigüedad que cubre estos muros y la incorporación de las nuevas tecnologías. El absoluto recogimiento no impide a las monjas estar al tanto de las últimas novedades en libros y música, los acontecimientos de la actualidad o la informatización de sus archivos. La telefonía móvil e Internet es ya una realidad al alcance de franciscanas y carmelitas, agustinas recoletas y mínimas de san Francisco de Paula, si bien no se tiene constancia de páginas web dedicadas a este tema. La habilidad estrella de la mayoría de estas colectividades es, sin embargo, la repostería. Obleas para la eucaristía aparte, la lista de delicias que mantiene significativamente la economía de los conventos es interminable: carne de membrillo, sultanas, mallorquinas, mostachones, cortadillos, merengues y tortas de almendra ayudan a las religiosas a perseverar en su vida de oración cuando las aportaciones externas -donaciones y herencias, principalmente- no llegan con la imprescindible asiduidad. La propia Diputación gaditana colabora en esta empresa gracias a la muestra de gastronomía artesanal Qué rico, Dios mío, que se celebra anualmente en el Palacio Provincial, así como un aguinaldo de Navidad que este año no llegó a los cinco millones de pesetas. "Las necesidades económicas son importantes", afirma el presidente, Rafael Román, "no sólo para permitir la vida espiritual de estas hermanas, sino en lo que respecta a la restauración y adecentamiento de muchos de estos conventos". Por su parte, don Miguel, el dueño de la vecina taberna La Manzanilla, que solía oír misa en la zona que el Concilio Vaticano II permitió a los seglares, asegura que las concepcionistas "echan de menos la visita de la juventud, que puede ejercer un potencial apostolado, y si cabe, alguna vocación...".
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