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El fantasma de Rockefeller

La fusión Exxon-Mobil reúne el 50% del antiguo monopolio de la Standard Oil

Fernando Gualdoni

"La concentración en el sector petrolífero tiene dos frentes. Las compañías petroleras se harán más poderosas frente a los productores de crudo y frente al consumidor final. Quien controle la actividad de refino tendrá una posición dominante en el mercado. En cualquier caso, la concentración será perjudicial para el consumidor. Además de la usual fusión en busca de reducir costes y aumentar la rentabilidad, la fusión entre Exxon y Mobil busca el liderazgo en las actividades de refino y distribución, y es allí donde las autoridades antimonopolio harán su más exhaustiva investigación antes de aprobar la operación". Así explica Zuahyr Mikdashi, suizo de origen libanés, catedrático de Economía de la Energía en la Universidad de Lausana (Suiza) y ex asesor de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), los motivos de la mayor fusión de la historia y el regreso del fantasma de Rockefeller y su Standard Oil.

La fusión Exxon-Mobil fue el resultado de la aceleración de un proceso de más dos años de concentración de la industria petrolera provocada por la fuerte caída del precio del crudo. El barril de petróleo cuesta hoy un 40% menos que en 1997, y su precio es el más bajo de los últimos 12 años. Para compañías como Exxon, Mobil, Shell o Chevron, la producción y explotación representa entre el 60% y el 70% de su cuenta de resultados. Y el otro gran porcentaje de sus ingresos, las actividades de refino y comercialización, tienen ajustados márgenes de ganancias.

Para otras empresas como Repsol no es así. Jorge Segrelles, director general de la petrolera española, explica que la compañía tiene una cartera de actividades muy equilibrada—refino, petroquímica, gas— y, por ello, cuando el precio del crudo sube, no aumentan tanto los beneficios, pero cuando baja el impacto también es menor.

Exxon y Mobil juntas no sólo recuerdan a la Standard Oil por su tamaño. También porque vuelven a reunir casi el 50% de aquélla. Mikdashi conoce muy bien la historia de la Standard Oil, la petrolera que John Davison Rockefeller fundó en 1870 en Cleveland (Ohio) y que en 30 años se convirtió en el primer monopolio industrial de la historia. La compañía comenzó con una participación del 4% en la actividad de refino en EE UU y para 1900 controlaba el 90%. Sus competidores y las autoridades la sometieron a toda ciase de litigios durante 40 años para romper su hegemonía. Finalmente, en 1911, la Corte Suprema estadounidense logró disolver el imperio de la Standard Oil.

Ocho compañías, la original y sus "siete hermanas", retuvieron el nombre de Standard Oil, pero para finales de los años veinte la marca del imperio Rockefeller había casi desaparecido. En 1931 la Standard Oil de Nueva York se fusionó con la Vacuum Oil Company para formar Socony Vacuum, que a su vez se transformó en Mobil en 1966. Standard Oil de Indiana absorbió a sus hermanas de Nebraska, en 1939, y de Kansas, en 1948, para formar Amoco en 1985. Amoco fue absorbida a mediados de este año por British Petroleum (BP). Standard Oil de California compró la de Kentucky en 1961 y la compañía resultante se rebautizó como Chevron en 1984. La Standard Oil de Nueva Jersey cambió su nombre por el de Exxon en 1972. La original, la Standard Oil de Ohio, fue adquirida por BP en 1987.

"La historia no se repetirá", dice Mikdashi. "Hoy existen muchos grandes productores y exportadores en el golfo Pérsico, en Asia y en el mar del Norte. (...). Muchas petroleras nacionales han sido privatizadas y hay mucha más actividad por parte de pequeñas empresas en la extracción, gracias a que las nuevas tecnologías les permiten explorar y producir a bajo coste. (. . .) No era así en la época de Rockefeller, ni tampoco sobrevive su estilo para hacer negocios".

Rockefeller levantó su imperio sobre dos prácticas "comerciales": la discreción y el espionaje industrial. Algunos historiadores añaden el sabotaje, el soborno y la intimidación. Todos los directivos de la Standard Oil tenían un pacto de silencio. No revelaban nada del trabajo que hacían o cuánto ganaban, y debían mantener un perfil social bajo.

Por otra parte, Rockefeller espiaba a sus competidores a través de su alianza con el ferrocarril. Standard Oil tenía rebajas secretas en el transporte ferroviario, en clara ventaja sobre sus competidores. Pero también obtenía del ferrocarril datos precisos de cada movimiento de sus rivales y colaboración en las guerras de precios subiendo la tarifa de transporte a sus rivales. Este acuerdo con los ferrocarriles fue considerado por el Tribunal Supremo una prueba de la competencia desleal de Standard Oil y sirvió para sentenciar su fin.

John Rockefeller no inventó el monopolio. Antes que él los productores porcinos de Chicago, por ejemplo, llegaron a controlar todo el mercado del norte estadounidense. "Rockefeller y la Standard Oil fueron mucho más, fueron el primer ejemplo llevado ala práctica de la gran tentación general de ser el único, el dominante", dice Mikdashi, "y eso es algo que no ha desaparecido hoy ni lo hará nunca".

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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