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Inercia alcista

Los mercados de valores, a pesar de carecer de expectativas definidas, continúan apoyándose en cualquier argumento para ganar altura. En una situación en la que destaca la ausencia de objetivos inmediatos, sólo se explica la capacidad de la Bolsa para subir por la abundante liquidez del sistema y la total falta de atractivos del resto de los productos a los que el ahorro o la inversión pueden dirigirse. La última subasta de letras del Tesoro, celebrada ayer mismo, redujo las rentabilidades hasta el 3,006% a un año y al 3,068% a 18 meses, cifras a las que hay que restar la inflación y los impuestos para obtener la rentabilidad real, que en pocos casos llega al 1%.

Uno de los productos en los que se está notando cierto interés inversor en los últimos días es la deuda pública en el mercado secundario. La entrada de dinero a ese mercado continúa forzando la subida de los precios, es decir, un beneficio neto para los que tienen títulos, y la consiguiente caída de la rentabilidad, que volvió a marcar un mínimo histórico en esta jornada, con el 4,05%. Este dato, el de una rentabilidad ligeramente superior al 4% para el dinero a 10 años, es uno de los argumentos más claros en favor de la Bolsa, aunque con ello no se consigue evitar la permanencia de cierto temor entre los inversores.

La volatilidad, como consecuencia de la falta de dirección del mercado, se ha instalado también en el quehacer diario, dándole a la Bolsa un riesgo complementario. Ayer la apertura fue negativa como consecuencia del cierre a la baja en Wall Street en la sesión del martes. La constante presencia de dinero absorbió rápidamente el poco papel que reaccionó a la incertidumbre de Wall Street, y la Bolsa española cambió de signo durante casi toda la sesión, para volver a la indefinición tras otra apertura indecisa en el mercado estadounidense.

Al final se rozaron los 200.000 millones de pesetas de contratación en el mercado continuo y la sesión concluyó al alza, acumulando un 32, 74% de ganancia en lo que va de ejercicio.

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