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"Sólo fallaron Huston y Wilder"

El cine es su vida. En su archivo, tiene más de 15.000 películas. En su agenda, los teléfonos de sus amigos Jack Lemmon, Clint Eastwood, Mel Gibson o Kim Basinger. En el alma, la decepción porque no funcionara el Festival de Cine de Sevilla creado en 1980, la gran apuesta de la industria americana dilapidada por celos y rencillas entre los partidos que gobernaban las diferentes administraciones. "Los americanos no se llevaban bien con Cannes, con Venecia ni con Berlín. En cuatro o cinco años, Sevilla los podría haber desbancado. Mi apuesta era convertirlo en el cuarto destino, el de invierno, de un zoco de compraventa de películas que tenía mercados en Los Ángeles, Cannes y Milán". Eduardo Benítez (Málaga, 65 años) se echó sobre sus espaldas y su teléfono la organización de las dos primeras ediciones de un festival de cine que no pasó de la cuarta. "Quizá lleve el cine en la sangre". Su abuelo materno tenía un cine ambulante que iba de feria en feria por toda España hasta que descubrió el clima de Málaga. Se estableció en esta ciudad, donde abrió el cine Pascualini. El 17 de julio de 1936, aquel empresario itinerante había apalabrado la compra de varios cines de invierno; al día siguiente, el proyecto se fue al garete. Su nieto montó en Sevilla el Cine Club Vida; fundó Gorka Pequeño Teatro, con la que montó 27 obras de teatro y recibió un premio nacional por Panorama desde el puente, de Arthur Miller; su versión de El retablo de Maese Pedro les valió un contrato para actuar en un festival junto a los Ballets de Maurice Bèjart, de la Ópera de París y de Antonio. Fue artífice del estreno en España de Espartaco, de Stanley Kubrick, y organizó semanas de cine italiano, de cine alemán y un ciclo sobre Antonioni que algunos veteranos cinéfilos todavía recuerdan. Le dijo adiós al cine, al teatro y a una fugaz presencia como jefe de la sección de deportes de Radio Vida, para dedicarse a los seguros y a una financiera de coches. Pero el cine le estaba esperando en una esquina de su vida. "Mis amigos Paco Millán, que fue el primer director, y Manolo del Valle, que era presidente de la Diputación, me cogieron en la hora tonta y les dije que sí". 240 películas en un festival preparado con dos meses de antelación. En esas dos primeras ediciones vinieron cineastas como Otto Preminger, Bernardo Bertolucci, Luigi Comencini, Jack Demy, John Landis o Paul Mazursky. "Sólo nos fallaron John Huston y Billy Wilder, que sí mandaron sus películas, Evasión o victoria y Aquí, un amigo, respectivamente. Huston me dijo que no quería morirse sin conocer Sevilla, pero ya estaba enfermo en Puerto Vallarta y su médico no le autorizó a venir. Billy Wilder estaba en pleno rodaje", explica. A Eduardo Benítez también le pusieron una asistencia médica, una especie de UVI portátil porque le "dieron cuatro o cinco lipotimias". "Me pasaba las noches colgado del teléfono hablando con Canadá, con Nueva Zelanda, con Estados Unidos, para que no fallaran las películas", dice. Benjamin Benhadou, director de la Fox para España y Portugal, guardó para Sevilla la película más apetecida en 1980 por todos los festivales, Kagemusha, de Akira Kurosawa. "La película no le gustó a la gente. El distribuidor de la Fox en Sevilla me dio la tarde: "A estos chinos no hay quien los entienda; esta película no la vendo en los pueblos". Recuerda aquel bienio con mucho cariño. Todo se hacía muy fácil. Elmer Bernstein, autor de la música de películas como Los Siete Magníficos y Los Diez Mandamientos, se había instalado en el barrio de Santa Cruz para estudiar la música de las sevillanas. "Cenando en El Burladero, le propuse a Bernstein que por qué no daba un concierto con música de sus películas. Me puso una condición: no cobrar nada y correr con los gastos del envío de las partituras desde Los Ángeles". Lo que falló en Sevilla fue otra cosa. La Diputación Provincial la gobernaba el PSOE; la comisión de Cultura de dicho organismo la presidía Amparo Rubiales, entonces en el Partido Comunista; el alcalde de Sevilla era el andalucista Luis Uruñuela y el ministerio de Cultura era de UCD, cartera a la que llegaría Soledad Becerril en un partido que tuvo un final similar al del festival de cine de Sevilla. Benítez acusa al PSOE de "cargarse el festival". Ni la Feria, ni la Semana Santa, "ni la propia Expo". Nada ha generado, según Benítez, tal caudal de repercusión como el festival de cine.

La llegada de Silvia Krystel

"La base del éxito es el nombre de Sevilla y el resto es cuestión de saber moverse y negociar", afirma Eduardo Benítez. Presenta su fórmula: las películas no cuestan nada; si son de estreno, la distribuidora paga el viaje del director o los actores principales. "John Landis vino con Globbe Films y Bertolucci y Ugo Tognazzi con la Warner", afirma. En el anecdotario de aquellos dos años, el programador del Festival de Sevilla rememora la complicidad de los pilotos de Iberia para que desde el aeropuerto de Fiumicino, en Roma, saliera con toda celeridad una película de Luigi Comencini que una secretaria había olvidado en un almacén; o el homenaje a Imperio Argentina "a la que mucha gente, incluida gente de la industria, daban por muerta". Benítez dejó el festival y organizó más de 80 semanas de cine por los pueblos de Sevilla. El programador recuerda con espanto los escándalos de Helmut Berger en el Alfonso XIII y con emoción la expectación que despertó la llegada de Silvia Krystel, la popular Enmanuelle.

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