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FÚTBOL- DECIMOTERCERA JORNADA DE LIGA

Un partido rematadamente italiano

El Alavés falló un penalti y el Valencia recogió los desperdicios

El partido fue rematadamente malo. Reunió, por una parte, a un equipo muy limitado y afectado por el infortunio. Y, por otra, a un grupo con bastante más talento pero aquejado de italianismo. El Valencia se plantó en Mendizorroza con la sospechosa intención de esperar. Se armó de paciencia para crear el desasosiego en el Alavés y sacó tajada. Claudio Ranieri mantuvo su dibujo de siempre: atrincherar a nueve hombres en su campo y confiar en que la providencia ponga un balón en las botas o la cabeza de Ilie o Claudio López. Y ayer la providencia cumplió.El fútbol -es decir, "el resultado", según la teoría del entrenador valencianista- se alió con Ranieri y su tropa. Justamente lo contrario que con el Alavés. Ninguno acumuló méritos suficientes como para ganar. Pero si los méritos se midieran en sacrificio, los vitorianos sumaron unos cuantos más. Sin embargo, hay otras cuestiones que pueden desnivelar un partido: una lesión, un penalti fallado... El Alavés sufrió estos dos fenómenos, un lujo demasiado caro para un equipo tan pequeño como él.

ALAVÉS 0

VALENCIA 1Alavés: Kike; Berruet, Karmona, Rocha (Ismael, m. 73); Gañán, Desio, Pablo (Azkoitia, m. 5), Gèrard, Ibon Begoña; Canabal y Magno (Sívori, m. 60). Valencia: Cañizares; Roche, Djukic, Carboni; Angulo (Angloma, min. 60), Mendieta, Milla, Farinós (Popescu, m. 75), Schwarz; Claudio López (Vlaovic, m. 78) e Ilie. Gol: 0-1. M. 64. Ilie lanza un medio globo al área pequeña y Claudio López gana en el salto a Ibon Begoña para cabecear ajustado y suavemene al poste izquierdo de Kike. Árbitro: Rodríguez Santiago, del colegio castellano-leonés. Enseñó la tarjeta amarilla a Claudio López y Desio. Alrededor de 16.000 espectadores en Mendizorroza.

El partido se torció para los albiazules desde el principio. Mané perdió a su director de orquesta a los dos minutos de iniciarse el choque. Pablo, él solo, se lesionó y no pudo continuar. Si el Alavés tenía la obligación de manejar el balón, perdió a su principal administrador. Dado que el Valencia renunció abiertamente a toda responsabilidad, el peso recayó sobre Gèrard, un joven de 19 años, patrimonio de Mestalla pero que este año se curte en Vitoria. Y todavía permanece verde. Tanto que se escondió a menudo y dejó el partido sin gobierno.

En esas condiciones, el Valencia vive a gusto. Es su hábitat natural. Pudo adueñarse del balón y, seguramente, crear un mayor peligro. Pero no se percató, o no quiso percatarse, de su manifiesta superioridad. Siguió refugiado en su terreno. Quiso jugar como siempre.

Tanta cobardía pudo dañar seriamente el marcador valencianista. Porque nada más comenzar el segundo tiempo Canabal se encontró con el balón cerca del área, avanzó en vertical hasta que, de forma incomprensible, Djukic salió a su paso y le derribó. Llegó el penalti, la jugada clave para el Alavés. Y, a falta del especialista Pablo, pidió la vez Iván Rocha. Su lanzamiento fue uno de los peores que se recuerdan en la Liga de Primera división. Pero no fue del todo injusto. Rocha no merecía el premio de un gol. Nunca un jugador inhábil y con tan escasos recursos como él puede tomar una responsabilidad asignada a futbolistas con cierta clase. El Alavés ha fallado tres de los cinco penaltis que ha lanzado durante esta Liga.

El equipo de Mané insistió pese a todo. Consiguió enlazar dos contragolpes con cierta intención. Pero en esa especialidad no alcanza la maestría de su contrario. Primero Azkoitia se atragantó de balón y después Begoña, con todo a su favor, cerró el ataque con un fuera de juego.

Era el momento ideal para el instinto carroñero del Valencia. El Alavés andaba revuelto, con el público vitoriano apuntando a Rocha cada vez que tocaba el balón. Mendizorroza estaba frío y Claudio López lo congeló.

La jugada la fabricaron entre los dos hombres de siempre: el argentino y Adrian Ilie. No surgió de ninguna genialidad. El partido no lo merecía. Se inició en un saque de banda y con un pequeño desajuste defensivo del Alavés. El rumano tiró de picardía y colgó el balón en el área pequeña. Tenía un 50% de posibilidades, porque en aquella zona sólo había dos hombres: Claudio López e Ibon Begoña. La pelota la pescó el más pícaro, el más vivo. Era una ocasión aislada, como casi siempre cuando se trata del Valencia, y más aún si juega como visitante. Por supuesto, obvia decir lo que ocurrió de ahí en adelante. El centro del campo valencianista ralentizó el partido -si es que era posible- y pudo alargar la cuenta. Pero Ilie se quedó sin fuelle. De todos modos, con un gol basta.

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