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Entrevista:

"Los pobres y los marginados son los mimados de la Iglesia"

La oferta de la diócesis para dirigir Cáritas de Barcelona, el pasado mes de septiembre, le pilló por sorpresa. A sus 62 años, Núria Gispert ya había orientado su barco rumbo a puerto, cuando de pronto fue llamada "a dar media vuelta para volver de nuevo mar adentro". Vaciló en un primer momento, reconoce, pero no pudo rechazar la oferta. "Tengo mis años, pero mi corazón todavía es joven", afirma. Pero la principal razón que la animó a aceptar el cargo fue su convencimiento de que "desde un puesto tan importante" podía ejercer una gran labor al servicio de los pobres y marginados. El nuevo cargo no le representaba adentrarse en un mundo desconocido: desde sus años de juventud ha compaginado el ejercicio de la política con el compromiso social y con una presencia activa en la vida pastoral de la Iglesia catalana. Nunca, sin embargo, había trabajado "desde el interior de la cocina de la Iglesia". Militante de izquierdas, casada y madre de tres hijos, Núria Gispert formó parte, durante el franquismo y en la clandestinidad, del comité central del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) y fue concejal del Ayuntamiento de Barcelona por el PSC entre 1979 y1995. Pregunta. ¿No le sorprende que la jerarquía eclesiástica, tradicionalmente conservadora, haya optado por una mujer de izquierdas para ponerla al frente de Cáritas? Respuesta. Me sorprende porque no me lo esperaba, pero no por el hecho de que soy una mujer de izquierdas. Hace unas décadas, mi nombramiento hubiera sido impensable. Pero, poco a poco, la Iglesia ha ido cambiando, se ha dado cuenta de muchas cosas. En la actualidad, desde la jerarquía eclesiástica se están haciendo nombramientos de personas que no provienen precisamente del campo dogmático y ortodoxo. En mi caso, creo que se ha valorado mi labor en la calle, en el terreno de la acción social, y mi conocimiento de las instituciones. P. Pese a este cambio que usted aprecia, es innegable que todavía en muchos aspectos, especialmente en el ámbito de la moral, la Iglesia sigue manteniendo posturas conservadoras y su jerarquía tiene un funcionamiento poco democrático. Frente a esta cara más oscura de la Iglesia, ¿Cáritas es su cara amable y progresista? R. Los pobres son, efectivamente, los mimados de la Iglesia. Pero yo no distingo tanto entre este brazo asistencial de la Iglesia y su lado conservador. Es cierto que a este papado se le han podido discutir algunas posiciones en el campo de la moral, pero tanto el cardenal Ricard Maria Carles como el papa Juan Pablo II, que son jerarquía pura y dura, han denunciado situaciones y doctrinas con mucha más firmeza que algunos gobiernos. El problema de la Iglesia es que tiene unas estructuras y un funcionamiento muy antiguo. Cambiar cuesta, pero se va avanzando poco a poco. P. ¿Piensa que la mujer debería tener mayor protagonismo dentro de la Iglesia e incluso tener la posibilidad de ser ordenada sacerdote? R. El sacerdocio de la mujer nunca me ha preocupado. Sí considero necesario, en cambio, que las mujeres tengan mayor protagonismo dentro de la Iglesia. Pero es algo que ya se está consiguiendo. La Iglesia tiene muchas más mujeres a su servicio y con más cargos de responsabilidad que algunos partidos políticos. Los partidos sólo ofrecen a las mujeres ministerios de segunda categoría. P. ¿Cuál es su prioridad al frente de Caritas? R. Mi trabajo será de continuidad respecto a la labor ejercida por mi antecesora, Pilar Malla, que ha dejado el listón muy alto. Auscultaré a la sociedad, estaré atenta a los nuevos problemas, como la inmigración y el paro juvenil, y velaré porque el Gobierno y las instituciones sean conscientes de las situaciones de marginación que se viven en nuestra diócesis. P. ¿Cuál es la mejor fórmula para combatir la pobreza desde la Iglesia? R. En primer lugar, se debe concienciar a los cristianos y animarles a comprometerse con las asociaciones o entidades cívicas, los partidos políticos o los sindicatos, y buscar entre todos fórmulas para erradicar la pobreza. Pero es muy importante también lo que yo denomino el estilo de vida cristiano: el sentido de austeridad, el compromiso de dar parte del salario a los que no tienen nada o de dedicar parte del tiempo a los más desfavorecidos. Se trata de salir de la parroquia, ir por la calle y predicar con el ejemplo, como lo hacía Jesucristo. P. En el Concilio Provincial Tarraconense de 1995, en el que usted participó a petición del cardenal Ricard Maria Carles, fueron muchas las voces -entre ellas la suya- que reclamaron un compromiso más firme de la Iglesia catalana con los más pobres. ¿Han sido escuchadas aquellas peticiones? R. Pienso que sí. En el concilio quedó clara la predilección de la Iglesia catalana por los marginados. Desde entonces, se ha trabajado para sensibilizar a los cristianos y se han celebrado asambleas en las que centenares de personas han discutido sobre el problema y han propuesto medidas para atacarlo. P. Además de haber participado en el concilio de 1995, usted es miembro del Consejo Pastoral Diocesano de Barcelona. ¿Qué aporta a la diócesis? R. El cardenal Carles me invitó al consejo pastoral para que aportara pluridimensionalidad. Soy creyente, pero laica, y podía aportar mi experiencia, mi trabajo social ejercido en la calle. Esto mismo valoró en mí el cardenal cuando me propuso participar en el Concilio Provincial Tarraconense. Para mí fue enormemente enriquecedor, me hizo un regalo que nunca le podré agradecer. Ahora, la oferta de dirigir Cáritas de Barcelona ha sido para mí como la guinda que corona el pastel. P. ¿Le ha costado dejar la política activa después de tantos años? R. No ha sido nada fácil. Entré en la política gracias a la fe, que ha sido el motor de mi vida. Pero aunque he abandonado los cargos en el partido, seguiré militando en el PSC y, en el fondo, seguiré haciendo política. Es algo que no se puede dejar porque todo es política. P. ¿Es difícil compaginar política y religión? R. A mí no me ha generado ningún problema porque soy una persona muy heterodoxa

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