Entre pasado y futuroJOAN B. CULLA I CLARÀ
Desarrollada con aires de refundación el pasado fin de semana, la Quinta Asamblea Nacional de Iniciativa per Catalunya-Verds ha coronado un notable esfuerzo de dirigentes y militantes por dejar atrás problemas internos y estériles disputas de legitimidad, por mostrarse capaces de lanzar propuestas innovadoras en todos los ámbitos y por llenar de contenido doctrinal y programático la nueva etapa de la formación, desmintiendo así al escindido Antoni Lucchetti cuando, 15 días antes, deslizó con malévolo ingenio que lo de "ecosocialistas" significaba que iban a ser "el eco de los socialistas". Por el contrario, el comicio de IC-V ha procurado definir un espacio propio entre la socialdemocracia cada vez más atraída hacia el centro y el tardocomunismo inasequible al desaliento. Un espacio vertebrado por ideas como la sostenibilidad -intergeneracional, interterritorial y entre grupos sociales-; un espacio que enarbola la disputada bandera del ecologismo político, que se halla -por propia voluntad tanto como por la fuerza de las circunstancias- desligado de cualquier servidumbre de ámbito estatal y que pretende ejercer el "radicalismo democrático", esto es, "ampliar la democracia más allá de la práctica electoral", llevarla a "todos los ámbitos de la vida social, política, económica, laboral y cultural", hallar "nuevos espacios para la soberanía popular y el bien común". Sin embargo, este resuelto afán de dar "respuestas de presente y de futuro" no ha podido impedir que la asamblea de Iniciativa-Verds cediese también un poco a la nostalgia, a la humanísima añoranza de tiempos mejores. Es, si bien se mira, un detalle menor, pero tanto los documentos a discusión como los discursos congresuales de Rafael Ribó y sus posteriores declaraciones mediáticas han evocado la experiencia de la Entesa dels Catalans y han propuesto, como fórmula de porvenir, "recuperar su sentido". La Entesa... Sospecho en primer lugar que, para resultar inteligible a la mayoría de los votantes actuales, esa referencia a los primeros capítulos de la transición democrática debería ir acompañada de una extensa nota aclaratoria a pie de página. Una nota explicando que, única concreción electoral posible del espíritu unitario que había inspirado la Assemblea de Catalunya, la Entesa dels Catalans se configuró en la primavera de 1977, a la vista ya de las primeras elecciones relativamente libres desde la guerra civil. Que, apoyada por el PSUC, Socialistes de Catalunya, Esquerra Republicana, Estat Català e independientes, se circunscribía a las candidaturas senatoriales, presentó en cada una de las cuatro provincias del principado un trío de figuras de renombre cívico o intelectual (Benet-Candel-Cirici, Portabella-Sobrequés-Sunyer...) y obtuvo el triunfo completo, refrendado por un millón y medio largo de votos. Si de la mera erudición pasamos al análisis histórico-político, habría que añadir que aquel experimento fue tan brillante como fugaz, tan sugestivo como singular. Concebida cuando aún no había podido medirse la fuerza electoral de cada sigla, y en pleno espejismo de un PSUC hegemónico y omnipresente, la Entesa reflejaba esta correlación de fuerzas virtual y concedía a los entonces comunistas y sus afines un peso numérico y cualitativo muy importante. Pero apenas el escrutinio del 15 de junio de 1977 hubo puesto a cada uno en su sitio, la lógica de partido empezó a funcionar, los socialistas sospecharon haber hecho el pardillo y la fórmula dejó de tener futuro. Sí, la Entesa sobrevivió como grupo en el Senado durante un año y medio, hasta diciembre de 1978. Ante los inmediatos comicios de marzo de 1979, no obstante -y aunque el Estatut estaba todavía en el telar-, los hasta entonces coligados consumaron su divorcio y dieron el poco edificante espectáculo de una agria y confusionaria disputa por la marca: Nova Entesa del PSC y ERC frente a Per l"Entesa del PSUC. El resultado, al otorgar 10 escaños a los primeros y sólo uno a los segundos, confirmó en las filas socialistas la impresión de que, dos años antes, ellos habían puesto el grueso de los votos y otros se llevaron lo mejor de los prestigios. Pues bien, no sé por qué me parece que, salvadas las distancias de tiempo y de contexto, esa clase de síndrome enrarece también hoy las relaciones y obstaculiza un acuerdo preelectoral entre el PSC e Iniciativa-Verds. Que, visto desde los despachos de la calle de Nicaragua, el de la calle de Ciutat es un ejército abundante en oficiales y escaso de tropa, un pacto con el cual sobrecargaría los estratos superiores del escalafón con un exceso de charreteras (léase de aspiraciones electorales y disponibilidades ejecutivas) a todas luces incómodo de gestionar. Y que, en definitiva, los socialistas prefieren perfeccionar la táctica de atracción de personalidades concretas que, de Solé Tura para acá, tanto han practicado durante los tres últimos lustros. En tales condiciones, la apuesta de Ribó -"ahora queremos concentrarnos y dedicar principalmente nuestros esfuerzos al fortalecimiento de nuestro propio espacio"- es no sólo acertada, sino la única posible. No resultará fácil porque, como él mismo ha reconocido, la opción ecosocialista "significa un cambio fundamental de nuestra cultura", y ésta, por muy evolucionada y maleable que sea, chirría aún al escuchar el elogio del euro y de la unión monetaria europea, experimenta cierta orfandad al saberse desprovista de un referente político estatal y vive con desazón el relativismo de no ser ya ni "el partido de la clase obrera" ni siquiera "la izquierda de verdad", sino sólo "una izquierda", reivindicativa, audaz, creíble, necesaria..., pero una entre muchas. De cualquier modo, ése es el camino de la credibilidad y el que marcan los modelos europeos en los que Iniciativa se mira cada vez más, especialmente los Verdes alemanes: consolidación de un territorio social, político y electoral autónomo desde el cual condicionar, cuando la aritmética parlamentaria lo permita, a un Gobierno dominado por el SPD. Análogamente, las propuestas programáticas que IC-V acaba de aprobar, desde el cierre de las centrales nucleares hasta la plenitud de derechos para los "extranjeros", deberían ser otras tantas piedras de toque en la vertebración, tras las elecciones, de una eventual mayoría de izquierdas para la Generalitat. En cuanto a la Entesa dels Catalans, "aquella irrepetible coalición" -la frase es de Paco Candel- pertenece a los dominios de la memoria y de la historia, no a los de la política de este fin de siglo.
Joan B. Culla i Clarà es profesor de Historia Contemporánea de la UAB.
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