El Madrid corona su escalada internacional
El primer gran gol decisivo de Raúl resolvió el apagón del equipo, que culmina con la Intercontinental un ciclo de tres años
Raúl resolvió la Copa Intercontinental en plena desconexión madridista. Fue una acción aislada. También definitiva. Diríase que milagrosa por imprevista, a la luz de los apuros que estaba sufriendo el Madrid en el último cuarto de hora del partido. Fue un momento breve y explosivo, un acto clarividente de Seedorf y una ejecución limpia pero barroca de Raúl, un acto contradictorio con el guión del choque en esos momentos. El Madrid no es que fuera de más a menos. Fue a menos; tanto, que parecía entregado, fundido, apagado. La victoria asegura un regreso triunfal del Madrid, pero no mucho más. El billete para Cibeles está cerrado, y a la copa Intercontinental se le habilitará un lugar noble en la sala de trofeos. Lo que no está del todo claro es si la victoria tendrá efectos terapéuticos.El Madrid se plantó en Tokio con los tres centrales y el paso del tiempo fue dejando en entredicho la operación. El terceto permitió a Panucci y a Roberto Carlos actuar en el medio campo, y en primera instancia dio la sensación de que gracias a ello el Madrid se encontraba con un partido más cómodo de lo previsto. El Vasco de Gama aparecía lento, temeroso y muy preocupado de lo superficial. Cualquier golpe de carácter de cualquier jugador madridista dejaba la evidencia de que había una clara superioridad de un equipo sobre otro. Cualquier acción individual garantizaba peligro.
REAL MADRID 2
VASCO DE GAMA 1Real Madrid: Illgner; Panucci, Sanchis, Hierro, Fernando Sanz, Roberto Carlos: Seedorf, Redondo, Raúl; Mijatovic (Jarni, m. 81) y Savio (Suker, m. 89). Vasco de Gama: Germano; Vagner (Vitor, m.80), Odra, Galvao, Felipe; Luizinho (Guilherme, m.80), Juninho, Ramón (Valber, m.88), Nasa, Donizete y Luizao. Goles. 1-0. M. 24. Roberto Carlos lanza uno de sus potentes centros por la izquierda y Nasa, al intentar despejar, lo termina convirtiendo en un remate inapelable. 1-1. M. 56. Jugada de contraataque que arranca por la izquierda, donde se producen dos remates contra Illgner. Finalmente, en el tercer rechace, el balón llega a Juninho, que coloca la pelota por la escuadra. 2-1. M. 82. Pase en diagonal de Seedorf sobre Raúl, con la defensa del Vasco de Gama distraída. Raúl la para con la izquierda y se encuentra dentro del área con un defensa y el portero y espacio para maniobrar. Hace dos quiebros para ubicarse el remate y concluye la jugada con suavidad, con la pierna derecha. Árbitro: Mario Sánchez (Chile). Amonestó a Roberto Carlos, Nasa, Seedorf, Sanz y Luizao. Estadio Nacional de Tokio. Lleno. Unos 62.000 espectadores. Raúl recibió el premio al mejor jugador de la final por lo que le correspondió un Toyota Altezza.
A la vista del resguardo que procuraban los tres centrales, Roberto Carlos acentuó su costumbre de irse de excursión por la banda izquierda. Su particular consagración llegó en el minuto 24, cuando un duro envío al área encontró la cabeza torcida de Nasa, que envió el balón a su propia red. En ese momento, el partido dio toda la pinta de estar sentenciado en sus aspectos fundamentales. La experiencia dictaba rematar el asunto con una faena de aliño a la vista de que el Vasco de Gama sólo parecía tener enjundia a través de Felipe, un lateral izquierdo con maneras de organizador, y de Donizete, un delantero que estaba amargando por momentos la noche a Sanz.
Por su lado empezaron los problemas. Los tres centrales estaban más o menos en su sitio, pero el equipo se había olvidado de presionar. Y esa disposición coincidió con una mejora relativa del juego del Vasco de Gama. Donizete le había dado un par de avisos a Fernando Sanz, y tras uno de ellos llegó el gol del empate. Quedaba media hora como quien dice, pero el Madrid presentaba síntomas preocupantes.
De ahí en adelante, los brasileños fueron creciendo y el Madrid menguando. Los tres centrales aguantaban como podían, a pesar de los apuros de Sanz. Pero lo malo es que el centro del campo desapareció. Y en ésas, el Vasco de Gama insistía. Una y otra vez. Hasta llegó a marcar un gol con la mano tras un saque de córner, doble acción que el árbitro chileno no vio. Todos se callaron, el de la mano y la defensa madridista que sacó la pelota de dentro. Los brasileños llegaron a vivir un par de minutos de euforia, con dos jugadas consecutivas de franco peligro. El Madrid había perdido toda conexión entre líneas, preludio de lo que parecía un apagón en toda regla. El lateral Vitor entraba para rebañar un poco más por la banda izquierda del Madrid, de donde Roberto Carlos había desertado y en la que Sanz presentaba un boquete de consideración. El partido se inclinaba de un lado, la prórroga parecía una oportunidad para una tregua aceptable.
Un minuto después, Seedorf encontró la chispa y Raúl respondió al mensaje. La jugada tuvo un valor añadido, el de la ocurrencia de uno y la atención del otro. Raúl estaba donde tenía que estar y con el arma reglamentaria bien cargada. Como si lo llevara esperando mucho tiempo. Tanto, que no mostró un gesto de duda a pesar de que la jugada tenía todo el aspecto de haber caído del cielo como si nada. En esas condiciones, lo habitual es terminar acordándose del error. No fue el caso. Al menos en esos momentos de incertidumbre, Raúl estaba en su sitio. Entre tanto despiste, bastaba con uno, a lo que parece. Pero eso ya es historia. La Intercontinental tiene cita en Cibeles y llega la hora de los fastos.
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