Que llore

El 25 de noviembre, hacia las siete de la tarde, se me ocurrió pasar por la madrileña Puerta del Sol. Quería ver a la gente saltar, gritar; celebrar entre confetis o serpentinas. Regresé en el metro un poco decepcionada, pues la fiesta que yo me había imaginado no era tal. Pero luego (entre estación y estación) me di cuenta que no era la hora de los madrileños, sino de los chilenos. Que ahora les toca a ellos silenciar las voces de protesta, bailar y reír en las calles sin dejar que los armados disuelvan sus celebraciones. Porque tiene mucho que celebrar.También sentía nacer otros juicios paralelos; una causa por cada militar que utiliza las armas (que su pueblo le entregó en un acto de confianza) para acribillarlos. Vileza, vergüenza... Seguramente el proceso natural se acelere y Pinochet muera antes de que la lenta burocracia le ajusticie. Pero morirá sabiendo que la humanidad le cercó, le rasgó la impunidad y, mirándole a los ojos, dijo: "Asesino". Y yo, humilde ciudadanita de a pie, digo al supuesto senador: "El día de tu cumpleaños se convirtió en tu san Martín. Sé que lloras y sufres; como las mujeres con las fotos de sus fantasmas clavadas de alfileres; como las niñas rotas y mancilladas; como los hombres abrasados o flagelados; como los bebés arrancados de sus madres... Llora, general. Llora".-