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FÚTBOL DUODÉCIMA JORNADA DE LIGA

Sacchi empieza a afinar las piezas

Santiago Segurola

Se dice, y probablemente con razón, que cada equipo es hijo de una cultura, realidad que no conviene modificar porque el fútbol es bastante revanchista con los herejes. Durante su larga historia, las señas de identidad del Atlético han estado en el juego de contragolpe y en un aire barrial que le volvía impredecible. El método, o por lo menos un cierto cartesianismo tan bien aceptado en otros equipos, nunca ha congeniado con la querencia del Atlético por lo atrabiliario y lo imprevisto.La contratación de Sacchi se interpretó en el colchonerismo como un paso en contra de la historia del club. Desde el punto de vista clásico se debería producir una resistencia de orden telúrico contra las tesis de un entrenador que ha hecho del método su divisa. Cada cual es cada cual y no va a venir Sacchi a cambiarnos. Más o menos ése ha sido el runrún entre la afición del Atlético, perpleja ante el cientifismo de su entrenador, que lo quiere todo atado y bien atado. El complejo mundo de señales de Sacchi parecía excesivo para los hinchas y para los jugadores, más inclinados a la intuición que al mecanicismo.

Todo eso del achique, de la presión selectiva, de la organización como eje del fútbol, levantó tantas sospechas en el mundillo del Atlético que el rechazo parecía inevitable. A todo ello se añadía la distancia sideral entre el universo de Gil y el de Sacchi. Se dijo que la propuesta del técnico estaba condenada al fracaso en un club como el Atlético. La historia no es de goma y no se dobla así como así.

Sin embargo, hay un punto de iluminado a Sacchi que le lleva a predicar cruzadas aparentemente imposibles. Lo hizo en Italia, donde dio vuelta al defensivismo reinante con aquel Milan memorable. El hombre estaba empeñado en el asuntode la zona, el fanatismo organizativo y el acoso sofocante. Consiguió su propósito, hasta el punto de que se puede hablar de una Italia anterior y posterior a Sacchi. Poco importa si nunca fue amado en su país, si llegó a considerar a los jugadores como meras piezas de un tablero, si terminó por reducir el fútbol a un frío ordenancismo. Lo interesante es que Sacchi llegó al Atlético con la intención de cambiar el paso a la historia.

La victoria en el Camp Nou quiere decir que el desafío es posible. El equipo comienza a afinarse y adquirir los mecanismos que pretende Sacchi. No hubo achiques extravagantes, ni los despistes habituales. Fue un equipo puramente sacchiano, con el valor añadido del toque humano que procuran Kiko y Valerón. En este sentido, el entrenador italiano ha actuado con una flexibilidad que se le agradece. Queda el problema de Juninho, pero ahí Sacchi quizá tenga razón. Juninho no tiene el rigor de Valerón ni la versatilidad de Kiko. Y fuera de esas dos posiciones, es casi imposible encontrarle sitio.

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