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Los agresores sexuales empiezan a actuar antes de los 25 años

Un informe sobre los violadores en prisión muestra que un 62% no reconoce su delito

Soledad Alcaide

El 47% de los agresores sexuales en prisión tenía menos de 25 años cuando cometió el delito. Éste es uno de los datos que aporta un estudio de la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas, subvencionado por la Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid, sobre 105 reclusos por delitos contra la libertad sexual y al que EL PAÍS ha tenido acceso antes de su presentación a la prensa. La muestra representa un 56% del total de la población investigada.

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De los reclusos estudiados, un 32% tenía de 25 a 35 años, y el resto, un 21%, era mayor de esta edad. "La mayoría de los agresores sexuales empieza a actuar en la adolescencia", explica la socióloga Encarna Roig, autora del estudio. "Ahora hay más violadores jóvenes en las cárceles porque hay más denuncias, pero muchos de los que están en la cárcel por delitos cometidos entre los 25 y 35 años han empezado antes de esa edad". Por eso, su análisis ha hecho hincapié en los jóvenes agresores sexuales, para saber cómo han sido sus antecedentes sociales y familiares, para facilitar la prevención.Así, la principal conclusión es que, en su mayoría, los agresores pertenecen a grupos sociales con carencias en el ámbito familiar: no han tenido unos padres que les hayan apoyado, valorado o dado afecto; y éstos tampoco controlaban sus vidas, por lo que faltaban a la escuela, tenían amigos conflictivos, etcétera. Además, en sus relaciones familiares han podido observar violencia, falta de respeto, humillaciones y vejaciones -especialmente a la madre-, arbitrariedades y sobre todo ausencias. Es habitual la carencia de una figura paterna y, cuando existe, es un modelo negativo para el hijo.

"Cuando empiezan a crecer", señala Roig, "estos chicos cambian el papel de víctimas y se convierten en agresores". Así, su frustración la expulsan por medio de la violencia en el colegio o en el barrio, y se convierte en su única manera de autoafirmarse. Si lo que han aprendido de sus relaciones familiares es que la mujer tiene el papel más débil, la agreden y llegan a la violación. "Confunden la sexualidad con la violencia sexual y con la situación de dominación".

A pesar de ello, los agresores sexuales estudiados no se consideran violentos. Cuando se les pregunta si lo son, se refieren siempre a sus relaciones con otros hombres, pero nunca hacia las mujeres que violaron. "Como cuando se produce la agresión no hay un contrario, sino que es un forcejeo para someter a la víctima, no consideran que eso sea violencia. Entre otras cosas porque lo han visto en su familia y les parece normal", apunta Roig.

De ahí que un 62% de los internos entrevistados no reconozca que ha cometido un delito. Según los casos, dicen que ellos no estaban ahí, que su víctima consintió en mantener las relaciones o incluso niegan que supieran lo que hacían. "Uno de los entrevistados, condenado a cuatro delitos de agresión sexual, sostenía que él estaba penado por robo. Cuando miré el expediente y vi su condena, se puso rojo, pero dijo que todo había sido por culpa del alcohol y las drogas", cuenta Roig.

Al hablar con ellos de sus víctimas, las manifestaciones de los agresores indican falta de conciencia del daño que han cometido y ningún tipo de respeto hacia la mujer. Hablan más de sí mismos y es frecuente que al relatar los hechos el agresor comente: "Yo lo pasé muy mal"; y no se refiere al daño que hizo a su víctima, sino al riesgo que corrió durante la agresión.

Por eso, la duración media de los delitos cometidos por los presos estudiados es de 10 a 20 minutos y los lugares más frecuentes son la vía pública, descampados, portales o ascensores. "Dura más la violencia sobre la víctima que el acto en sí", dice Roig. Sólo cuando hay más de un agresor o la seguridad está garantizada, aumenta la duración de la agresión.

Después de haber cumplido algunos años de condena, los reclusos echan la culpa de sus acciones a otros: a los padres, a los amigos y, en general, a haberse equivocado en la vida y a no saber lo que hacían en el momento de la agresión. "Algunos me han llegado a decir que se sienten más tranquilos ahora, que es mejor que estén en la cárcel, porque se dan cuenta de lo que han hecho. Y eso porque en prisión comienzan a aprender unos valores que antes no tenían y a ser conscientes de que lo que han hecho está mal visto por los demás".

Reincidencia

El deseo de salir de prisión y rehacer su vida es mayoritario entre los reclusos entrevistados. De ahí que, según señala el estudio de la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas, "el grado de reincidencia después de una larga condena es pequeño". Pero no porque se arrepientan del delito; lo que prevalece es el rechazo a un nuevo castigo.Sin embargo, sigue el informe, incluso esa proporción podría evitarse si las instituciones penitenciarias pudieran hacer frente a terapias para concienciar a estos reclusos de dos tipos de valores: el respeto a la mujer y su papel de igualdad en la sociedad y el deseo de cambio en sus vidas. Los mismos que deberían inculcarse a los jóvenes para prevenir los delitos sexuales.

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Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 

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