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Tribuna
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Contexto

Los heterosexuales, excepto en sus zonas, no deben ir cogidos de la mano por la calle ni, mucho menos, besarse o abrazarse en lugares públicos o frecuentados por los demás, como el metro, la cola del cine o un supermercado, porque el nuestro es un contexto social moderno y políticamente muy correcto y se respeta de hecho su "desviación", pero otra cosa es que hagan alarde de ese "comportamiento indeseable" que es el amor.Los heterosexuales pueden ser acompañados a su lugar de trabajo por su pareja, pero disimulando, como si sólo fueran buenos amigos o compañeros de piso, para no herir la sensibilidad de los demás, que a nadie le importa lo que haga cada uno, pero en su casa. Un cariñoso beso de despedida en los labios es una provocación; mucho más, desayunar juntos en la cafetería del ministerio poniendo caritas a ojos vista o presentar su amor a los compañeros o a los superiores.

Los heterosexuales deben cuidar su imagen: es preferible que no se les note mucho lo muy machos y lo muy hembras que son, suavizarlo, matizarlo, ocultarlo un poquito, porque aparentarlo exageradamente va en contra de su dignidad. Es por su bien: el hombre que se sienta muy masculino debe desarrollar un poquito de "pluma" y la mujer muy femenina perpetrar de vez en cuando un gesto, un movimiento brusco, un poco más "chicazo". Porque cada uno puede ser lo que sea, pero sin resultar desagradable para los demás.

Los heterosexuales no deben presentar al amor de su vida a la familia. Tienen que comprender que los abuelos están muy mayores y para qué les van a dar ese disgusto innecesario. Además, ya se sabe que ningún padre de heterosexual puede ser considerado "padre normal", por lo que se corre el riesgo de que ese padre se muestre "lejano, hostil, despreciativo y abiertamente rechazante". Por otra parte, los niños del clan pueden contaminarse desde muy pequeños, porque los niños lo imitan todo. Si la relación es sólida, larga y estable, la pareja heterosexual podrá asistir a las celebraciones familiares pero nunca como pareja de forma expresa, sino disimulando, como el muy buen amigo de la prima Isabel o como la excelente amiga del tío Jorge.

Los heterosexuales serán vigilados de cerca por los demás (aunque discretamente, para no atentar contra los derechos de los que disponen como cualquier ser humano y porque también los hay muy íntegros), en cualquier lugar frecuentado por menores, como zonas de juegos o aledaños de colegios, dados la consabida e incontrolable inclinación por las púberes que padecen algunos hombres maduros o el irreprimible instinto maternal que sufren muchas mujeres adultas y que las impele a tocamientos tipo acariciar la cabeza a un niño en el parque o a interesarse de forma insistente por los estudios de algún vecinito adolescente.

Los heterosexuales que tengan vocación política o de servicio a la comunidad, deben cuidar muy mucho sus apariciones públicas al lado de una persona del sexo opuesto, so pena de ser tildados de heterosexuales, con el consiguiente detrimento en su valoración profesional.

Si a algún heterosexual estas normas básicas de comportamiento social le crean cierto tipo de rechazo hacia su propia orientación sexual y le producen un conflicto con su identidad, puede solicitar tratamiento a los muchos psicólogos formados en nuestras universidades de élite, como la Complutense de Madrid. Aquellos heterosexuales que sientan miedo por sus gustos y estén dispuestos a superarlo, pueden tener contactos terapéuticos con "chaperos", en el caso de los hombres, o con prostitutas, en el caso de las mujeres. También pueden informarse sobre las llamadas terapias aversivas o de modificación de la conducta, consistentes en proyectar al heterosexual diapositivas de una persona desnuda del sexo opuesto, heterosexual al que se le suministraría una descarga eléctrica mientras mira la imagen. Todo ello podrán consultarlo, como los muy bien formados psicólogos de nuestra Universidad Complutense, en alguno de los muchos libros que tratan con rigor su grave problema de inadaptación, junto con el de algún zoófilo, algún fetichista o algún necrófilo.

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