_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Llidó/Garcés

¿Veinticinco años son pocos o son muchos? Un cuarto de siglo esperando la posibilidad de que por fin se haga justicia puede ser una eternidad. Y, sin embargo, parece que fue ayer cuando apareció en los quioscos una portada de la revista Triunfo de luto riguroso, negra como la noche eterna de las dictaduras, en la que sólo se leía una palabra escrita en letras blancas: Chile. Una inmensa esquela, un recordatorio fúnebre por la pérdida de las libertades en aquel país del cono sur americano. 25 años después, en la cena de la entrega de los Premis Octubre, un periodista, Francesc Burguera, convirtió el homenaje que se le brindaba en sentido y cálido recuerdo hacia los familiares de un sacerdote, un paisano de Xàbia, Antoni Llidó, al que la dictadura fascista chilena le arrebató la vida. ¿Cómo vivirían ayer en La Marina Alta la hermana y el cuñado de Antoni Llidó la noticia de la pérdida de inmunidad de Pinochet? ¿Cuáles serían sus sentimientos, sus emociones, sus recuerdos? Y aquí, en Valencia, ¿qué imágenes se atropellarían en la mente de Vicent Garcés, diputado socialista, que tuvo que salir por piernas de Chile? Parece lógico pensar que en Xàbia, en Valencia, como en tantos y tantos otros sitios, la alegría, la sensación de que por fin se va a hacer justicia, sería el sentimiento más importante; pero seguramente no el único. Fueron muchas las vidas, las esperanzas y las ilusiones que se quebraron aquel 11 de septiembre como para que ahora la decisión de los lores ingleses llene por completo el pozo insondable que se fue abriendo a lo largo de estos cinco lustros. No hace mucho, Vicent Garcés mostraba un lejano y escéptico deseo de que los lores se pronunciaran en el sentido que lo han hecho. Seguro que se alegra de haberse equivocado. Seguro, además, que los familiares de Antoni Llidó tampoco confiaban demasiado en recibir una alegría que necesariamente tiene que ser agridulce por todos los recuerdos que la acompañan. Pero hoy somos muchos los que nos sentimos un poco los familiares de Antoni Llidó y un poco Vicent Garcés.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_