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Escapa a un atentado en Kerbala el 'número dos' del régimen iraquí

Izzat Ibrahim, vicepresidente del Consejo de la Revolución iraquí, número dos del partido gubernamental Baas, vicepresidente general del Ejército y consuegro del presidente Sadam Husein, escapó el domingo a un atentado en Kerbala, ciudad santa del shiísmo, a un centenar de kilómetros de Bagdad. Al parecer, un desconocido lanzó contra él dos granadas de mano, según anunció ayer la agencia estatal INA y difundió la televisión local.

El atentado contra Ibrahim se produjo a las puertas de la mezquita de Kerbala, cuando éste acaba de descender de un vehículo oficial y se disponía a saludar a una muchedumbre de fieles shiíes que se encontraban a la puerta del templo, vitoreándole.La explosión causó heridas a diversos fieles y entre los policías que acompañaban al dirigente iraquí, quien sin embargo pudo continuar por su propio pie con el programa. Ayer, la televisión estatal de Bagdad difundió unas imágenes de Ibrahim participando en otra ceremonia religiosa, filmadas el mismo lunes por la tarde en una mezquita de la capital, desmintiendo con ellas los rumores de su muerte.

Izzat Ibrahim, suegro de Qusai Husein, el hijo menor de Sadam, es uno de los máximos dirigentes del clan de los Douri que, junto con los Takriti, los Jbours y los Samarrais forman la base tribal sobre la que se asienta el poder del presidente de la República. Ibrahim, un hombre de edad avanzada y de salud frágil, ha venido siendo en los últimos años el interlocutor del régimen iraquí con la monarquía saudí, ya que mantiene una gran amistad con el rey Fahd y con el príncipe heredero, Abdalá.

Ibrahim, considerado durante un tiempo por determinados sectores del régimen como un colaborador de la CIA, fue rehabilitado políticamente en octubre de 1996 cuando Sadam Husein lo reincorporó a su cargo de vicepresidente del Consejo de la Revolución iraquí, del que le había desposeído dos años antes. El pasado noviembre, con ocasión del inicio de la penúltima crisis entre Irak y EEUU, Ibrahim viajó en secreto a Riad consiguiendo que el monarca saudí se alineara con el régimen de Irak y se opusiera a que las bases militares de este país, fueran utilizadas por la Casa Blanca, en caso de ataque contra Bagdad. Días más tarde Ibrahim y el príncipe Abdalá se encontrarían en Teherán, sentando las bases para la reconcilación de los dos países, enfrentados tras la guerra de 1991.

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