Aguas de consenso

EL LIBRO Blanco del agua, por lo que se puede saber de su contenido y a la espera de su siempre demorada publicación, aporta una visión del problema diferente a la que había mantenido el Partido Popular cuando estaba en la oposición. Éste puso entonces todos los obstáculos posibles con el fin de torpedear el Plan Hidrológico Nacional defendido por el ministro José Borrell. Ahora se acerca a las tesis de aquél. Si antes el PP se oponía a los trasvases, ahora acepta los que hagan falta, si bien con un sistema de compensaciones a las comunidades autónomas que cedan sus excedentes de agua.El Libro Blanco no aporta grandes novedades, salvo la lógica incorporación de criterios medioambientales a la hora de abordar la gestión de este recurso natural tan fundamental y la actualización de los datos dispersos en los planes de cuenca recientemente aprobados. Las posibilidades de introducir criterios de libre mercado se ven reducidas respecto a anteriores intenciones del PP, y se mantiene la intervención pública en la gestión de lo que es no sólo un bien económico, sino un recurso cuya preservación a largo plazo sólo se garantiza mediante una estrecha vigilancia de los poderes públicos.

La ministra de Medio Ambiente ha de presentar en breve en el Senado este Libro Blanco, documento prometido desde el inicio de la legislatura con la idea de ofrecer un diagnóstico de la situación como paso previo al Plan Hidrológico Nacional, y retrasado una y otra vez por razones nunca explicadas. Premeditado o no, el Libro Blanco coincide con el viaje al centro que ahora propugna Aznar, y cuya credibilidad depende también de que el consenso se abra camino en la solución de los problemas de este líquido esencial. Las guerras políticas sobre el uso del agua no conducen a ninguna parte. Sólo al desierto.