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Patxi Eugi, el nervio

Mikel Ormazabal

Patxi Eugi (Aoíz, Navarra, 1971) miraba ayer el reloj con la misma ansiedad que un verdugo, inquieto y frenético porque no llegaba la hora de cumplir la sentencia. Cuando era un niño, Julián Retegi empezó a coleccionar títulos y txapelas, y él se propuso imitarle. Comprendió muy temprano que el secreto del éxito descansaba en "hacer las cosas con raza", dijo años más tarde, poco después de su debut en julio de 1991, en el Labrit de Pamplona. Desde entonces, Eugi ha cimentado su trayectoria sobre la misma base: casta. Su botillero, Martín Ezkurra, guardián de los 17 entorchados que suman Juan Ignacio y Julián Retegi, está asombrado con la soltura de Eugi, porque es un fenómeno impropio de los tiempos actuales. "El Manomanista no favorece hoy en día a un delantero. Sólo Eugi puede romper esta teoría y alzarse como campeón". La mentalización, el carácter temperamental y el arrojo son aptitutes intrínsecas a Eugi, que Ezkurra enumera para explicar su perfecta adaptación a una especialidad que favorece a los zagueros. Al final, todo se resume en una palabra: nervio. Energía, ímpetu y furia son valores que Eugi deposita sobre la cancha y aprovecha cada vez que golpea una pelota o falla un tanto. Es valiente por definición y ambicioso por demás. Sus enemigos le recriminan que es capaz de alternar una genialidad y una pifia. La misma pelota puede caer en el rebote o incrustarse en el colchón, lo cual refuerza la teoría de que Eugi es un pelotari imprevisible. Decide la dirección de la pelota en décimas de segundo y por eso, en ocasiones, la precipitación le juega una mala pasada. Su mejor arma es la gracilidad con que acompasa sus movimientos sobre una cancha. Rápido de reflejos y eléctrico cuando azota la pelota, Eugi es inasequible al desaliento y, según su contrincante, "es un peleón nato que jamás da un tanto por perdido". Sus piernas son la mejor arma defensiva y prefiere esprintar para responder a una pelota con bote que castigarse las manos en una volea o un sotamano. Entonces deja al descubierto que procede de la escuela de Retegi II, con quien ha entrenado horas y horas. La variedad de golpes (jugando a zurdas ganaría) es un argumento que le coloca en mejor lugar que su adversario. Cuando ganó el campeonato del 96, dejando a Arretxe en el cartón del 19, pensó en primer lugar en su padre, "la persona que me introdujo en el mundo de la pelota, por todo lo que se ha esforzado por mí". Cuando hoy salte a la cancha del frontón Atano III de San Sebastián, Eugi ejecutará la sentencia como le enseñó su maestro Retegi II.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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