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FÚTBOL PRIMERA DIVISIÓN

El Oviedo arruina al Athletic

El equipo asturiano dicta una lección de efectividad en San Mamés

Algo raro ocurría en San Mamés. Marcaba Urrutia y le imitaba Lacruz, dos jugadores ajenos a la red, para resolver el conflicto psicológico que atenazaba al Athletic y su deuda goleadora. Ocurría algo raro porque nadie jugaba al fútbol (según se entiende este juego) y se especulaba un montón en asuntos menores hasta el punto de conducir al auditorio a un sopor contagioso. Resuelto la duda metódica de los goles, el Athletic dio por concluído el partido. En el fondo traducía la debilidad de carácter que en ocasiones malgasta su buen juego. Cuando su fútbol se debilita el estropicio está garantizado. En un cuarto de hora había solucionado sus problemás hamletianos con el gol, pero en los 75 restantes reestrenó su habitual indolencia, su escaso saber estar en el terreno de juego. El Oviedo, no.César un joven central de fisico poderoso conectó un cabezazo en el primer desaguisado defensivo del Athleltc (luego los hubo a miles) y el conjunto asturiano volvió a creer en sí mismo. Un remate, un gol es un argumento convincente para cualquier equipo. Se tomó un respiro en el descanso y decidió seguir invirtiendo en la cuenta corriente del Athletic. La segunda mitad fue un festival de efectividad. Cada incursión hallaba el crédito necesario en un sistema defensivo que invitaba al disfrute de los delanteros. El primero en entenderlo fue Pompei que le robó la cartera, los ahorros y la herencia a Lacruz en un sinfín de oportunidades para habilitar el remate de sus compañeros. Lasa redimió el infortunio de Dely Valdes que había rematado al travesaño.

ATHLETIC 3

OVIEDO 5Athletic: Valencia; Lacruz (Javi González, m. 67), Ríos, Carlos García, Ferreira (Lasa, m. 67), Larrazabal (Ezquerro, m. 63); Alkiza, Urrutia, Guerrero; J. Etxeberria y Urzaiz. Oviedo: Esteban; Manel, César, Onopko, Rabarivony; Iván Iglesias (Eskurza, m. 86), Nadj, Paulo Bento, Pompei; Iván Ania (Möller, m. 92) y Dely Valdés (Moreno, m.89). Goles: 1-0. M.9. Urrutia, tras golpear en un defensor. 2-0. M. 16. Lacruz remata tras dejar pasar Guerrero . 2-1. M. 22. César cabecea un libre indirecto. 2-2. M. 50. Lasa en propia puerta . 2-3. M. 62. Iván Iglesias cabecea a puerta vacía. 2-4. M. 75. Dely Valdés culmina un contragolpe. 3-4. M. 83. Ezquerro en jugada personal. 3-5. M. 90. Iván Ania de penalti. Árbitro: Pérez Burrul. Expulsó a Roberto Ríos y amonestó a Carlos García. 35.000 espectadores en San Mamés que estrenó tunel de acceso a vestuarios.

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Firmeza asturiana

En dos zancadas, con poco juego pero sin perder ni una sola vez los papeles el Oviedo se había rehecho. No movió ni una pieza, no cambió ni un ápice su estructura. Solo se armó de paciencia y el gol llegó. El Athletic es un equipo defensivamente muy flaco. En 45 minutos había conseguido trasmutar San Mamés muchos años atrás. No era una cuestiópn de futbol cavernario pero flotaba en el ambiente un cierto olor a naftalina. La decepción invadía San Mamés que había decidido aplaudirlo todo, especialmente lo más tribal aunque estuviera mal concebido y peor ejecutado: aplaudía a Valencia (nada que objetar a su retorno), las correrías de Lacruz, los zapatillazos de Roberto Ríos,... Todo un desfile del cuaternario, muy racial, muy sudoroso, muy insulso.El empate no sacó de la huelga al Athletic. La muchachada se había ido del encuentro en una exhibición de indolencia impropia de un equipo de fútbol. Luis Fernández fue sucediendo los cambios al viejo estilo: defensa por delantero, hasta propiciar un caos general que el Oviedo convirtió en goleada a base de sobriedad y eficiencia. El marcador no reflejó una lección futbolística del equipo asturiano, pero sí tradujo un auto de fe sostenido por jugadores indesmayables como Ivan Iglesias, César o Manel y otros con el adecuado cuajo futbolistico para leer los partidos (Onopko, Pompei).

Auto de fe

Los goles fueron una cuestión de fe, con el brillo adecuado para la ocasión. Enfrente, el Athletic pasó de la emotividad a la humillación, como un plantel sin crédito ni autoestima.. No había viento sur, se juegaba en un césped más propio de una campa descuidada, se aventajaba en el marcador a un rival que había accedido al encuentro de forma cuidadosa y retrtasada. Nada que objetar, ni una excusa. Y todo se dilapidó en un instante por inconsistencia psicológica y futbolistica. El Oviedo fue un equipo que arrolló a un colectivo que jugaba con la misma camiseta.

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