El presidente preparó en mayo la progresiva marginación de Cascos
Los sondeos del CIS desfavorables al PP sirvieron de aldabonazo
José María Aznar cocinó en solitario la progresiva marginación de Francisco Álvarez Cascos en el Gobierno al diagnosticar que el PP no despegaba del PSOE por la mala imagen que arrojaba el Ejecutivo. Los sondeos del CIS, de mayo de 1998, que situaban al PSOE 1,8 puntos por delante del PP fueron el aldabonazo. Aznar preguntó a sus colaboradores cómo era posible que con la situación económica favorable, una estabilidad política razonable y el éxito de la entrada en el euro, el PP estuviera por detrás del PSOE en los sondeos.
Las encuestas parecían dar la razón a quienes, sobre todo, desde el área económico-financiera venían aconsejando a Aznar un giro en la imagen de su Gobierno, estropeada por batallas como la judicial o la mediática en la que se había embarcado en la primera mitad de la legislatura y que tenía como protagonistas directos a Cascos y Rodríguez. A partir de ahí, el presidente del Gobierno diseñó en solitario una operación de cambio de imagen que limara las aristas más extremas de su Gabinete.En el mes de mayo, Aznar pactó con Miguel Ángel Rodríguez, en privado y con una gran discreción, su relevo al frente de la Secretaría de Estado de Comunicación. La decisión se materializó dos meses después, el 10 de julio. La operación fue llevada con tal sigilo que todos los ministros -incluidos los vicepresidentes Álvarez Cascos y Rodrigo Rato- se enteraron del relevo el mismo día que se produjo.
El apartamiento de Álvarez Cascos era más complicado, porque es el secretario general del PP mientras que Rodríguez no tenía a nadie detrás. No obstante, con el relevo de éste Aznar inició la marginación real de su vicepresidente primero al quitarle de un plumazo el control del área de comunicación con el nombramiento de un ministro portavoz, Josep Piqué, titular de Industria.
El poder real de Álvarez Cascos en el Gobierno, pese a ser el vicepresidente político, radicaba precisamente en el control del área de comunicación y en la fuerza de interlocución que le otorgaba su papel como secretario general del partido. Ambos papeles le colocaban en una situaciòn de privilegio a la hora de negociar en el Parlamento con los socios nacionalistas del Gobierno, que nunca ocultaron su satisfacción por la manera en que cumplía los compromisos que alcanzaba con ellos. Tenía la fuerza del mando en el partido.
La marginación de Álvarez Cascos del área de comunicación del Gobierno ha sido la excusa perfecta para que el vicepresidente primero no haya respondido a ninguna pregunta ni interpelación en el Congreso y Senado en este período de sesiones; esto es, justo desde el verano, el momento en que Aznar pone en marcha su nueva operación de imagen.
Además, la labor de Álvarez Cascos como coordinador del área política del Ejecutivo era muy limitada ya que José María Aznar, al contrario que Felipe González, es un presidente que dedica mucho tiempo a despachar con todos sus ministros. La labor cotidiana de Álvarez Cascos ha ido quedando, como consecuencia, ceñida básicamente a la coordinación del reparto de fondos a las autonomías para subvencionar infraestructuras. O a coordinar la ayuda a los países centroamericanos, que le acaba de encomendar Aznar.
El vicepresidente primero está marginado de la gestión polítíca del Gobierno. Aznar no lo ha convocado para participar en el que se ha convertido en el principal objetivo del Gobierno: el seguimiento de la tregua de ETA. Álvarez Cascos no forma parte de la célula que ha organizado Aznar para administrar y responder políticamente a la tregua.
Su marginación nunca ha sido motivo de comentario ni en un Consejo de Ministros ni en los maitines de los lunes en los que Aznar convoca en La Moncloa a la cúpula de su Gabinete (los dos vicepresidentes, el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, el coordinador general del PP, Ángel Acebes y Luis de Grandes, portavoz parlamentario). Aznar la ha cocinado en solitario dentro de una operación de más envergadura, de cambio en la imagen de su Gobierno. La razón de fondo es que Alvarez Cascos no da la imagen moderada y dialogante que Aznar necesita en su operación por disputar el espacio de centro al PSOE.
Quienes conocen de cerca a Aznar están convencidos de que esa es la razón de fondo de la marginación del vicepresidente, a la que ha contribuido de manera decisiva su desgaste en la crisis asturiana provocada por él mismo. Según estas fuentes, á Aznar le disgustó la sensación de cacicada que ofreció su desafío al presidente asturiano, Sergio Marqués; la "mezcla entre lo público y lo privado" y el empantanamiento final de la crisis. Tampoco ayudó a Álvarez Cascos en su imagen interna sus pretendidas simpatías hacia dirigentes del PNV, sobre todo cuando éstos atacaban al PP vasco.
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