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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ceguera europea

Esta semana se ha puesto en marcha en Bruselas, nueve años después de la caída del muro de Berlín, el tren para la ampliación de la Unión Europea. Se han abierto las negociaciones para la adhesión de los primeros países del Este. Sin embargo, más que alegría, este acontecimiento ha fomentado la frustración entre los candidatos. El mensaje de los Quince ha sido claro: estos primeros aspirantes deberán esperar no ya al año 2002 para ingresar, sino al 2006 o 2007. Lo que casi equivaldría a que España, en vez de ingresar 10 años después de la muerte de Franco, hubiera tenido que esperar una década más. Que no se prevea la ampliación de la UE al Este hasta 20 años después de la caída del muro es una vergüenza histórica.No hay que minimizar los problemas de tal ampliación. Ni siquiera sus costes. Pero éstos serán, en el peor de los casos, más bajos que los que generaba en Europa occidental la guerra fría. Esta situación revela no sólo una notoria incapacidad para negociar con los primeros candidatos seleccionados (Polonia, Hungría, República Checa, Estonia y Eslovenia, más Chipre), sino las enormes dificultades que tienen los Quince para ponerse de acuerdo entre sí sobre las ineludibles reformas que necesita la UE: de unas instituciones pensadas inicialmente para seis; de políticas comunes que, como la agrícola, han perdido su razón inicial, o del reparto de las finanzas comunitarias, para buscar un sistema que no lleve a negociaciones desgarradoras cada seis años. Incluso sin ampliación, la UE ha de llevar a cabo tales reformas. Acelerar la ampliación -como ocurrió con España y Portugal- puede contribuir a forzar la necesaria renovación de la integración europea. Hay que saber, además, qué hacer con los que no vayan a entrar en el futuro previsible, entre los que se encuentra Rusia.

La falta de perspectivas de ingreso puede frenar las reformas en curso en muchos de estos países, que aún han de realizar numerosos esfuerzos para adaptarse a la vida de la UE, e incluso agravar la división de Chipre. La UE está aún a tiempo de repensar su estrategia y obrar con altura de miras, sin ceguera histórica.

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