Cábalas electorales
VICENT FRANCH Las encuestas sobre intención de voto, y lo que es bastante más serio, la acumulación de datos en un período largo de tiempo, permiten cálculos muy sofisticados cuyas conclusiones marcan tendencias de difícil discusión. Que no den pautas exactas, que no permitan traducir de manera automática cuantos escaños va a obtener este partido o cuantos el otro no empece para que, dispuestos los datos en una serie cronológica y para niveles de agregación muy acotados, sus enseñanzas resulten algo más que un indicio de tendencia. Con las elecciones autonómicas, municipales y europeas a la vista (algunos hablan de adelantamiento de las generales para hacerlas coincidir el 13 de junio de 1999 con las tres previstas para entonces) el papel de gurú de las encuestas inunda por contaminación el discurso político y lo eleva a la categoría de cálculo algorítmico. Porque en estas democracias tranquilas, positivamente aburridas y sin sobresaltos (la valenciana, sin duda, es una de las más desapercibidas de España) la encuesta marca la verdadera pauta de lo que se hace, lo que se oculta y lo que de ningún modo conviene hablar para que la pertinente gráfica se mantenga, disminuya o cambie de orientación el día de la prueba final en la urna. Recientes encuestas procedentes de diferentes operadores muestran algunos tópicos que el propio ambiente presagiaba como muestra de una continuidad desde que en las generales del 93 cambió el signo de las mayorías en el País Valenciano que se ha venido repitiendo hasta la fecha : Que el PP mantiene su distancia con respecto al PSPV-PSOE; que EU, después de la sangría del PDNE, baja en intención de voto ligeramente, como le ocurre a UV, fruto de sus crisis interiores y de la minimización política de su discurso a manos de su poderoso aliado, el PP; que el PSPV-PSOE, a pesar de su desbarajuste interno, ni sube ni baja; y que, finalmente, el BNV, dentro de la modestia de las previsiones, apunta hacia arriba. La continuidad, pues, de los porcentajes de voto decidido, e incluso de voto decidido más simpatía, aun a pesar del alto índice de indecisos, permite tener a los sondeos de los últimos diez meses como indicadores de una continuidad sólo rota por el rápido deterioro de UV (que, sin duda, se advertirá mayor en los próximos meses) y la ligera tendencia a la baja de EU, manteniéndose sólo dos incógnitas en el panorama: Si UV podrá mantener su cuota de votos para acceder al Parlamento Valenciano, y si el BNV podrá traducir en votos autonómicos sus previsibles buenos resultados en el ámbito municipal, habida cuenta que incrementará notablemente el número de candidaturas municipales con respecto a las elecciones del 95. Si los primeros van a sufrir el embate de un PP que necesita esgrimir aquí la mayoría absoluta para situarse en mejor posición en el contexto popular estatal, los segundos se enfrentan, de nuevo, al siempre fatídico (para ellos) combate con el canto de sirena de la tradicional llamada al voto útil de los socialistas, hoy ya de dudosa utilidad, porque se habría de administrar desde la más que previsible oposición. En el juego de espacios electorales, no habiendo presunciones que avalen el acortamiento de distancias entre el PP y el PSPV-PSOE, los verdaderos puntos calientes de la ya inaugurada campaña electoral (el PP la inauguró en dos actos: el homenaje a la Senyera y el acto masivo de Mestalla) afectarán por igual a UV y el BNV.
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