Jugarse la vida
Ya he visto los coches de pedales que tiene la policía del aeropuerto para jugar por los pasillos de las terminales. Son muy graciosos y a los guardias se les ve encantados corriendo de un lado a otro como los niños por los pasillos de sus casas.Ahora deberían pensar algo para los pasajeros. Sugiero un trenecito, de juguete también (el del Zoológico sería perfecto), que funcione ininterrumpidamente comunicando las distintas salidas, para que uno no se haga mayor desde la facturación o el tránsito a su área de salida.
El equipaje de mano pesa lo suyo y a veces llega uno al avión con el brazo descolgado y sin ánimos para continuar el viaje.
En cuanto a los retrasos, ya que forman parte del sistema (no se sabe de nadie que haya salido en hora en los últimos meses, quizá años), deberían aclarar mejor sus motivos.
No se puede decir aleatoriamente que por causas técnicas u operativas, porque hay gente que tiene miedo a las operativas, aunque no le importan las técnicas o viceversa.
El otro día retrasaron mi vuelo por causas técnicas y el de un señor que leía a mi lado un periódico económico por razones operativas.
-Menos mal -dijo el hombre abandonando momentáneamente la lectura-, prefiero llegar tarde por problemas operativos que por problemas técnicos.
-A mí, en cambio, me dan pánico los problemas operativos. Prefiero los técnicos -aseguré yo-. Afortunadamente, mi retraso es de carácter técnico.
El hombre hizo un gesto de preocupación y regresó a los asuntos bursátiles, pero yo noté que había sembrado la inquietud en su espíritu. La gente muy segura de sí misma suele tener miedo a la muerte. Los inseguros tememos más a la vida.
-¿Y por qué son más ventajosas las causas técnicas? -preguntó al fin. -Quieren decir que han encontrado en el avión algo que no funciona bien y lo van a mirar de arriba abajo. Es como si le hicieran una revisión extra sobre las ya programadas.
En cambio, las causas operativas significan congestión de tráfico en el lugar de aterrizaje. Mal asunto. ¿Recuerda usted los coches de choque?
El lector económico se puso un poco pálido y al poco se levantó dirigiéndose a uno de los mostradores.
-Oiga, ¿por qué han retrasado mi vuelo?
-Por razones técnicas.
-¿Y el mío? -indagué yo.
-Por causas operativas.
-Pero si hace un momento -protesté- han dicho que el de este señor tenía problemas operativos y el mío técnicos.
-Pues ahora es al revés -aseguró la señorita con cara de fastidio. El lector de prensa económica parecía aliviado, de manera que me volví y le dije:
-No siempre son mejor las causas técnicas. Los aviones averiados dan mala suerte.
El hombre me miró con desconfianza y luego se volvió a la señorita.
-¿Qué son más graves, las causas operativas o las técnicas?
-No sabría decirle.
-Yo hoy no vuelo -añadió el individuo, que seguramente era muy supersticioso también, y le vimos abandonar la terminal con el equipaje de mano a cuestas y el periódico económico entre los dientes.
En eso pasó un policía de juguete en un coche de pedales y le dije que si me daba una vuelta.
-Total, tengo dos horas de retraso.
- Es que este coche no es para jugar -respondió, hosco, el airgam boy o el clip de Famóbil, no estoy seguro de si era una cosa u otra.
Me pareció raro que no se pudiera jugar en un aeropuerto de juguete, donde la gente hace como si viajara, como si facturara, como si tuviera prisa, como si le esperara alguien en una ciudad a la que no llegará nunca o llegará con varios días de retraso.
En esto, como si me hubieran leído el pensamiento, cancelaron mi vuelo.
Entonces me acerqué a un mostrador y pregunté si se había suspendido por causas operativas o técnicas. La señorita preguntó qué prefería yo.
"Las técnicas", dije.
"Pues eso", respondió.
Menos mal, pensé, he estado a punto de jugarme la vida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.