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FUTBOL / Octava jornada de Liga

Clemente, o la quietud tensa

Javier Clemente levanta polvos, polvaredas e incluso tormentas a su alrededor. Ayer en su debut como entrenador en el Betis (un equipo de peculiaridades varias) mostró una quietud, que no calma, asombrosa.

No es la primera vez que Clemente se queda muy quieto en el banquillo. Ayer, sentado al lado de Rogelio, tenía cara de niño nervioso. Una de esas caras que se tienen cuando se está tenso, a expensas de lo que hagan otros, cuando parece que a uno le están estirando la piel desde detrás de las orejas y las cejas se elevan dejando los ojos indefensos, en desamparo, ante el escrutinio de los testigos.

Este gesto -que no es nuevo en el repertorio de Clemente y que demuestra que hay bastante más que el hombre que puede jugar a ser provocador con un cigarrillo o un palo de golf en la mano -sólo se perturbó en los últimos minutos cuando el entrenador nacido en Barakaldo se asió al borde de PVC del banquillo deseando que acabara el partido.

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No es que el resultado peligrara, pero la importancia de ganar era mucha.

Clemente había llegado hacía un par de días y necesitaba vencer para que todo comenzara a rodar. El equipo juega el martes (habrá entrenamiento hoy mismo) contra el modesto pero molesto Willem II holandés, en el partido de vuelta de la segunda ronda de la copa de la UEFA.

Seguir adelante sería mano de santo para gran parte de los problemas deportivos y de bolsillo del Betis.

Clemente ayer, en contra de los que esperaban un espectáculo continuo de histrión, fue inmensamente humano. Con una camisa de cuadros azules y unos pantalones beis que dejaban entrever sus pantorrillas durante los muchos minutos que permaneció sentado en el banquillo, el entrenador vasco mostró su nerviosismo ante un proyecto que es suyo y en el que, hasta el momento, lo único que ha podido hacer es poner ganas.

Clemente sacó ayer al Betis de la cola de la clasificación. Aún le queda mucho, y la mesura parece muy buen comienzo.

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