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Tribuna
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¡Basta ya!

Inventaron una boda y vinieron a contarla como si fuera cosa nuestra. Intentaron utilizarnos como extras de su espectáculo buscador de audiencias y se fueron otra vez, mirando hacia atrás con conmiseración por nuestra incultura y nuestras ganas de juerga permanente, aunque nos muramos de paro y subdesarrollo. Porque esa es otra; según interpretación demagógica y lamentable de algún político desmesurado, son los pobres parados y los pobres andaluces en general los que, engañados y utilizados, se prestan a ser carne de espectáculo. Pero la historia es como es y no como unos y otros se empeñan en contar, porque no sabrían nunca moverse en la sencilla realidad de las cosas, que los reduce a su verdadera dimensión. La dimensión de unos es la de los buscadores de audiencias fáciles para mantener o aumentar la cuota de publicidad, que alarga los contratos, se ofrezca lo que se ofrezca a los espectadores, sin contar jamás con ellos, más que para utilizarlos como número. La dimensión de los otros, los catastrofistas militantes de la tristeza, no es otra que la de los demagogos irredentos, aunque la realidad les demuestre, una y otra vez, que andan por el camino equivocado. Hubo una boda, que hubiera sido seguida por la curiosidad de algunos, y no hubiera tenido más trascendencia, ni más importancia. Pero la televisión se metió por el medio y distorsionó la realidad. Fue la televisión, fueron los medios de comunicación, fue la hipocresía de algunos, que encima insultan, lo que convirtió en circo una boda popular, que no tendría por qué habernos ofendido si no se hubiera pretendido hacer pasar por barata y hortera a una ciudadanía que fue a trabajar como todos los días, pero, eso sí, con la incomodidad de un centro urbano cortado al tráfico por un exceso de la alcaldesa Becerril, que pretendió una importancia que la boda no tenía. Sin la desmesura oficial y la rapiñería televisiva, todo hubiera quedado reducido a lo que fue en realidad, una boda popular que llamó la atención en la calle de unas 5.000 personas, en una ciudad de 700.000 habitantes. ¡Basta ya!

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