Luis Fernández Zaurín narra la angustia laboral de las jóvenes generaciones
Luis Fernández Zaurín (Barcelona, 1964) no ve demasiadas posibilidades: "El futuro no existe. Los personajes de mi libro lo saben. Hay un mensajero que cuando le preguntan por el futuro dice que él se morirá de cáncer de pulmón y pronto. El presente está cerrado y no pueden salir de él". Zaurín acaba de publicar Y tú de qué trabajas (DVD), 10 relatos severamente extraídos de la vida donde repartidores de pizzas, periodistas, disc jockeys, maestros, modelos, guardias jurados y mensajeros, todos jóvenes, todos resignados, describen su tiempo.
El libro lleva un prólogo de Franciso Candel y en él sugiere que su título también podría haber sido Y tú de qué no trabajas. Lo orna luego un pensamiento de Aznar: "España va bien". Y lo culmina un epílogo del autor. Dice uno de sus párrafos: "Si dividimos la cantidad abonada por el editor en concepto de adelanto de los derechos de autor entre el número de horas invertidas, la resultante precio/hora es inferior a cien (100) pesetas". A pesar de los 20 duros, Zaurín -poeta, premio Enrique Ferrán y Gerardo Diego, colaborador de EL PAÍS y de otras publicaciones- no se siente exactamente uno de sus personajes. Es joven, y no trabaja en lo que quiere, pero dispone de un sueldo en la Administración. En su libro no hay triunfadores. Ninguno de esos jóvenes informáticos capaces de haber reunido a los 25 años todo el dinero que van a necesitar en la vida. La mayoría de sus protagonistas mantienen con la vida una relación fría, desapegada, inexorable: "Somos la generación mejor preparada de la historia y la peor tratada laboralmente. Los triunfadores son una excepción. Quizá necesitasen otro libro, pero escrito a partir de la convicción de que los otros forman una mayoría aplastante". El autor insiste en que el presunto lloriqueo generacional tiene esta vez características singulares: "Ya sé que los jóvenes siempre han tenido grandes dificultades para imponerse y que de alguna manera todas las generaciones han negado, en un momento u otro, el futuro. Pero creo que esta generación va a ser la primera de la historia en acertar en su diagnóstico sobre el porvenir". El alargamiento de la edad y la consecuente incorporación más tardía de los jóvenes a la vida autónoma es el único dato corrector que acepta el pesimismo de Zaurín: "Sí, es posible que un joven de 23 años corresponda al que hace un siglo tenía 17 o 18, y que la autonomía laboral se alcance más tarde. Ahora bien, yo me pregunto qué grado de madurez real, social, intelectual, puede alcanzar un joven que sea vea obligado a vivir en la casa de los padres hasta una edad tardía".