Engañado
SEGUNDO BRU "Todo el arte de la guerra está basado en el engaño", reza una de las más conocidas sentencias del gran clásico chino de la estrategia, Sun Tzu. Y antes de que se me impute belicismo alguno me apresuro a declarar que en Estados Unidos existe un verdadero culto hacia su pensamiento y tanto en la política como en el mundo empresarial son de uso común sus oscuros apotegmas, sobre todo los referidos a la impostura, a vencer sin dar batallas, a amedrantar al adversario con medios psicológicos y al uso del tiempo y la dilación más que de la potencia para desgastar al contrincante. Ignoro si Zaplana se ha sumado a esta moda pero cuando supe que Romero se había quejado del "engaño" sufrido en lo de la lengua y su academia fue lo primero en que pensé. Porque ya no es la primera vez que tenemos ocasión de oír tales jeremiadas y de ver a Romero contrito y compungido, al par que pasando luego por el aro popular, cada vez que en su afán de protagonismo intenta capitalizar alguna negociación con el Molt Honorable. Recuerden, entre otros casos, el de la ley de cajas de ahorro o , en este mismo proceso, la justificación del voto socialista a la la ley de creación de la Academia Valenciana de la Lengua debido a la existencia de dos sobres cerrados que guardaban la solución mirífica. Uno, que en su momento contuvo las carcajadas ante esta salida más propia del vodevil que de la política seria, tentado está de prorrumpir ya en ellas, aunque habrá que esperar al regreso de las vacaciones romanas del presidente y ver si sigue toreando al secretario general del PSPV con el pico o por lo alto o, simplemente, lo devuelve al corral. Porque ante la candorosa ingenuidad, o clamorosa incapacidad, de Joan Romero no cabe esperar más que nuevas y desagradables sorpresas, de las cuales la menor y menos mala sería la no elección de los académicos, y no tanto porque entre las filas socialistas no haya quien esté dispuesto a transigir con Tarancón o con lo que les echen, y más desde que Lerma y su indecoroso pragmatismo cabalgan de nuevo, sino porque su abierto compromiso con los criterios científicos representados por la universidad no le van a dejar volver atrás. Desde el escepticismo con que vengo contemplando todo este asunto -aunque comparta las aspiraciones de un final feliz no puedo profesar el esforzado voluntarismo de otros- tengo escrito que una de las condiciones, si no es la necesaria y suficiente, para el acuerdo es que la derecha valenciana no obtenga, por activa o por pasiva, rentabilidad política de la presente situación, lo cual que no parece cumplirse por el momento. Por lo demás, cualquiera que haya tenido que negociar y cerrar un trato con Zaplana, a poco espabilado que sea, tiene claro desde el primer encuentro varias reglas a seguir, tales como contarse los dedos después de darle la mano y no acudir sin un notario, grabadora y taquígrafos. Romero, quizás obnubilado por la persistente mirada que el presidente dirige a los ojos de sus interlocutores, aún presume después de cada encerrona de que todo está atado y bien atado. Zaplana, una vez más, le ha deshecho el nudo gordiano, y lo peor es que el grupo socialista podía haber votado justificadamente en contra del proyecto si no se cerraba previamente la lista de nombres, dejando así sólo al PP, pero ahora veremos cuánto puede aguantar el coste que supone constituir una minoría parlamentaria de bloqueo.
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