Francisco Ayala en las Cortes
No es de las páginas más conocidas del fructífero camino de Francisco Ayala la de su relación con las Cortes; ha existido sin embargo y con huella apreciable, en sus Recuerdos y olvidos: "Hechas elecciones generales y reunidas unas Cortes Constituyentes... se convocaron oposiciones para cubrir las vacantes numerosas que se habían producido en el Cuerpo de Oficiales Letrados del Congreso durante el tiempo que duró la dictadura". En efecto, un Ayala de veintiséis años, ya doctor en Derecho, presenta su instancia el nueve de marzo de 1932 para participar en dicha oposición, cuya convocatoria había sido publicada en la Gaceta de Madrid del veintiuno de febrero de 1932. Le correspondió en el primer ejercicio desarrollar el tema "Libertad de profesión, comercio y enseñanza: antecedentes históricos y estado actual del problema", tan ligado a su proyección vital venidera. La exposición oral de cinco temas sacados a la suerte se celebró con carácter de segunda prueba el veintidós de junio de 1932. La tercera, "lectura y traducción de uno o varios trozos de literatura francesa" y "traducción oral a libro abierto en un trozo de literatura en uno de los idiomas inglés o alemán, a elección del opositor" (así dice la convocatoria), tuvo lugar el veintitrés de junio de 1932; aquí, Ayala se coloca ya el quinto de los seis declarados aptos. El cuarto y último obstáculo, que consistió en la tramitación de una proposición de ley en la legislatura de 1922, le aupó hasta el tercer puesto de los seis definitivamente aprobados.
Tengo en mis manos copia del fruto: el título de jefe de negociado de primera clase, quinto oficial de la secretaría del Congreso de los Diputados firmado por el presidente Julián Besteiro y por el secretario Juan Simeón Vidarte el veinticinco de junio de 1932; la historia crepita con ardor en documento administrativo de apariencia tan fría.
Llegadas contadas personas a la sobresaliente altura en la que se encuentra Ayala, cualquier dato de ellas, hasta menor,es digno de atención. Aquí, empero, late algo más que la escuálida curiosidad; en el episodio esbozado se insinúan ciertos rasgos que cobran encomiable pujanza a lo largo de su copiosa obra creativa.
Sorprende la variedad de dotes y la capacidad combinatoria que el paso parlamentario de nuestro autor revela. Con poco más de dieciséis años había publicado una novela, tenía a sus veintiséis notable carga creativa a sus espaldas y vivía muy relacionado con estos ambientes. Todo esto logra mezclar armoniosamente con las exigencias de sequedad, rigor, disciplina milimétrica y aferramiento al texto, tan propio de una oposición, aunque sea tan singular como a la que concurre, que cuenta entre sus ejercicios incluso con la lectura y traducción de un fragmento de literatura en lengua extranjera. No parece, por otro lado, que la experiencia le dejara huella desgarradora: la repitió poco después con motivo de la Cátedra de Derecho Político de la Universidad de La Laguna; además, el juicio general que emite en Recuerdos y olvidos acerca de las oposiciones no es del todo desfavorable.
A tan encomiable variedad, Ayala, una vez en aquellas Cortes, pronto agrega una aguda percepción de la rica realidad que le rodea, tanto en lo atinente a las características de su trabajo, como en lo que mira la vida política que allí bulle desenfrenada: "Aunque el servicio -escribe- era de índole flexible y tan pronto se encomendaba a alguno de nosotros elaborar tal o cual informe acerca de tal o cual cuestión jurídica o investigar los antecedentes de tal o cual otra como se nos pedía estudiar una fórmula para resolver tal o cual problema, por lo regular estábamos asignados en calidad de secretarios técnicos a las varias comisiones parlamentarias, en cuyo seno nos tocaba a veces presenciar escenas bastante grotescas". La vivísima realidad política se le viene encima y no se mantiene ajeno a ella; se la apropia como testigo excepcional imbuido del necesario distanciamiento escéptico que requiere el trabajo del buen funcionario parlamentario, rasgo éste tan presente en su labor creativa posterior: "Pero junto a aquellos menudos episodios de tipo extravagante, aunque no desprovistos de significación, nuestro puesto en las Cortes nos permitía ser testigos privilegiados del acontecer político presenciando, sobre el hemiciclo, los hechos sensacionales que configuran el destino trágico del país: los discursos famosos de los grandes oradores (piezas de primera calidad que hoy figuran en antologías, que pueden leerse en las ediciones de obras completas de Ortega y Gasset, de Unamuno, de Azaña); las votaciones decisivas, las presentaciones de nuevos gobiernos, la destitución de un presidente de la República...". Ayala bosqueja así en comprimidas alusiones que tomo de Recuerdos y olvidos la sustancia tanto ayer como hoy del centenario oficio de letrado de las Cortes: sólida y amplia formación jurídica, preocupación llevada más allá de lo jurídico y cuidado en el uso riguroso de la lengua, todo ello revestido de escepticismo distante, tan difícil de lograr en quien es testigo interesado en lo que presencia y vive.
La ciénaga de la Guerra Civil puso un prolongado punto y aparte en aquella trayectoria. Una orden del diez de marzo de 1939 separó del servicio activo e impuso la baja definitiva a funcionarios de distintos cuerpos del Congreso de los Diputados; a la cabeza, Ayala. Tuvieron que ser los aires de la transición que golpeaban ya con fuerza los portones del Palacio de la Carrera de San Jerónimo los que restañaran parcialmente el despojo. El veinticinco de noviembre de 1975 la Mesa de las Cortes Españolas, las orgánicas, acordó el reingreso en el servicio activo de Francisco Ayala García-Duarte en calidad de letrado de las Cortes. La historia garabateó aquí otro de sus rizos: el oficio correspondiente está firmado por el entonces letrado Mayor de las Cortes Españolas, Felipe de la Rica Montejo, cofirmante de las oposiciones de 1932, y en el procedimiento seguido favorablemente al cabo tuvo mucho que ver, junto a José María García Escudero, su compañero de la promoción de aquel año Gaspar Bayón Chacón.
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