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Un bautizo sin cura

Ha conocido a gente rara en el flamenco y en la vida: a un cantaor que se llevó "treinta años con tres bulerías"; a un artista gitano que componía temas mientras leía novelas de Marcial Lafuente Estefanía. Antonio Peña Otero (Utrera, 68 años) está curado de espantos. Se casó con Consuelo, empleada de una fábrica de aceitunas, y poco les faltó para solicitar término municipal autónomo: 21 partos con el resultado de 16 hijos de los que le viven 14. En Utrera se puede echar todo el día si uno pregunta por Antonio Peña Otero, "de los Peña de Lebrija, de Jerez y de Utrera". Se le localiza en un suspiro si en la búsqueda se menciona su sobrenombre artístico: Cuchara, así bautizado en la fisca El Toruño un día de borrachera con Salvador Guardiola, Miguelito Primo de Rivera y el Perrate de Utrera. Cuchara es un libro abierto de varias asignaturas: por bulerías poco le igualan; cuando se mete en la cocina y prepara una caldereta al pastorejo, los comensales salen dando bendiciones al Altísimo; presume de haber sido "un muy buen matarife, sí señor"; es puntillero oficial de la plaza de toros de Utrera y tuvo cuatro galgos, bautizados con nombres del cante: Bernarda, Fernanda, Perrate y Cuchara. El matarife Cuchara fue dos veces campeón de Sevilla con el perro Cuchara. Pero de lo que más sabe Antonio Peña el Cuchara es de bautizos. La nómina de sus compadres no tiene parangón: Paco Camino, Curro Romero, Camarón de la Isla, Juan de Dios Pareja Obregón, Enrique Montoya, Manuela Carrasco. "El bautizo de uno de mis hijos duraba más que la Feria de Utrera". En el gobierno de su casa recomienda moderación natalicia entre sus súbditos. Recita la lista de su prole: Anica, Teresa, Brígida, Antonio, Enrique, Esteban, Rodrigo, Benito, Manuel, Olga, Consolación, Mercedes, Delia y Carmen. Hay que añadirles sus dos hijos fallecidos: Sofía, que tuvo como padrino a Curro Romero, y el primer Rodrigo de la estirpe. Fue el primer gitano que cantó en El Guajiro; no podía combinar la nocturnidad flamenca con los madrugones del matadero. Fue delegando en parientes y allegados: Gaspar de Utrera, el Perrate, la Pepa de Utrera, que se iban sustituyendo en una cadena endogámica. Le disloca Pansequito por bulerías, Fernanda de Utrera por soleares, Rancapino por lo que cante. Toda una vida cantando y sólo en el crepúsculo encontró una prueba documental que lo testifique. La firma discográfica Luna Disco, de Tate Montoya, le grabó un disco en familia. Una grabación es como un bautizo, pero sin cura. Cogió una representación, para no emular a los coros del Bolshoi, y ahí están los cantes de sus hijas Delia, Mercedes -ahijada de Camarón de la Isla- y Teresa, las guitarras de Pitín y Pitín Chico y el cante incipiente de Gaspar. Pitín Chico es futbolista y el domingo vio la tarjeta amarilla en el Sanluqueño-Utrera. La habitación del Cuchara parece un altar: vírgenes, cristos, un santoral desde Fray Leopoldo de Alpendeire a san Camarón de la Isla. "Camarón era un fuera parte. En casa se quedó a dormir varias veces. Igual que Curro, de quien me habló por primera vez el banderillero Salomón Vargas". Cuchara fue introductor de cantaores en la Feria de Sevilla. Con los señoritos pasó "lo que no está en los escritos"; el paraíso lo encontró en Chipiona; cuando ve un culebrón llora como una magdalena. Rodeado de hijos y nietos, no se queja de la vida. "Yo, gracias a Dios, he vivido mejor que el Rey". Al Cuchara le ha salido un disco de cinco tenedores.

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