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Los ayuntamientos con metro no pagan ni interfieren en su explotación

Tereixa Constenla

Hay dos túneles de difícil salida para desbloquear la construcción del metro en Sevilla: los dineros y el modelo. La financiación es la piedra angular, que las administraciones públicas -de signo político antagónico- se arrojan a la cara para achacarse mutuamente la responsabilidad de que esté en vía muerta. En las cuatro ciudades españolas con red de transporte metropolitano subterráneo (Barcelona, Madrid, Valencia y Bilbao), el papel de los ayuntamientos es casi nulo. El suburbano no les cuesta dinero, pero tampoco interfieren en su diseño como exige el consistorio sevillano.

La iniciativa bendecida por todos los grupos políticos en el Parlamento para desbloquear el metro supedita el proyecto al acuerdo de la Junta de Andalucía con el Ayuntamiento de Sevilla, al que atribuyen potestad para intervenir en el modelo y el trazado. En las cuatro ciudades españolas donde ya opera un suburbano, sin embargo, el papel de las instituciones locales es casi nulo, con algunas excepciones como Barcelona, donde colaboran en el mantenimiento de la red. Éstos son los modelos vigentes: Madrid. El rey Alfonso XIII inauguró el primer tramo del metro, entre Cuatro Caminos y Sol, en 1919. La Comunidad de Madrid, al asumir las competencias en 1983, ha convertido el transporte metropolitano en la joya de la autonomía y, en consecuencia, soporta el mayor coste económico, aunque dispone de un partida anual fija del Gobierno estatal de 6.000 millones de pesetas, pactada hasta 1999. La ambiciosa ampliación en marcha, de 52 kilómetros -incluido un tramo de 17 kilómetros en superficie entre Rivas-Vaciamadrid-Arganda del Rey-, tendrá un coste de 200.000 millones de pesetas. El gobierno autonómico (PP) financia la operación con créditos a muy largo plazo. Y proyectan, además, un metro-sur para conectar la urbe con todas las poblaciones meridionales. Es la red más extensa de las ciudades españolas, con 120 kilómetros de suburbano y 10 líneas, sin contar las proyectadas o en ejecución. Barcelona. En 1924 se inauguró el primer tramo, que unía el barrio de Gracià y la plaza de Catalunya. La financiación se fija a través de un contrato-programa plurianual, costeado por la Generalitat de Catalunya (dos tercios) y el Gobierno estatal (un tercio), que incluye la red de Ferrocarriles de la Generalitat y el metro. El contrato en vigor prevé una inversión de 44.000 millones de pesetas. De ellos, el metro absorbe 17.000 millones. El Ayuntamiento de Barcelona colabora en el mantenimiento de la red. Valencia. La tercera línea de metro, que costó 41.000 millones de pesetas, aportados por la Generalitat Valenciana con ayuda de fondos europeos, fue inaugurada hace un mes. La ejecución del suburbano, impulsada en la década de los 80, aprovechó inicialmente la red de ferrocarriles de vía estrecha que cubrían el área metropolitana. El Gobierno autonómico calcula que, desde 1991 al año 2000, se habrán invertido 116.000 millones de pesetas. Bilbao. El recién llegado al club. Y con señas de identidad propias: las estaciones centrales fueron diseñadas por el arquitecto británico Norman Foster. Una única línea, de 26 kilómetros, recorre la margen derecha de la ría del Nervión desde el 11 de noviembre de 1995. La obra costó cerca de 100.000 millones de pesetas, aportadas al alimón por el Gobierno vasco y la Diputación de Vizcaya. El Tribunal Supremo tiene que resolver si la Administración central debe asumir parte de las pérdidas de explotación de este transporte.

Con información de Fernando Neira (Madrid), Francesc Arroyo (Barcelona), Juanjo García del Moral (Valencia) y Eva Larrauri (Bilbao).

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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