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TENIS DEPORTES

"Se acabaron las patatas fritas"

Lindsay Davenport perdió 15 kilos en dos años y se convirtió en número uno mundial

Si el aspecto predeterminara el rendimiento, Lindsay Davenport nunca habría sido una deportista de élite. Alta (1,89 m), con exceso evidente de peso (91 kilos) e incluso con movimientos en ocasiones desordenados, todo en ella parecía un error. Era, incuestionablemente, el patito feo del circuito femenino de tenis. Pero en 1996 decidió que todo aquello debía cambiar. "Se acabaron las patatas fritas", se dijo a sí misma. Y, bajo la supervisión del técnico Robert Van"t Hof, comenzó una rigurosa dieta y un completo plan de trabajo que la llevaron a perder 15 kilos en dos años (ahora pesa 76 kilos) y a convertirse en número uno del mundo. Esto último ocurrió el pasado lunes, cuando Davenport, de 22 años, puso fin a 80 semanas de reinado de Martina Hingis. Incluso la elección del tenis se planteó en ella más como un recurso que como una convicción. Tanto su padre, miembro del equipo olímpico de EE UU de voleibol en 1968, como su madre, ejecutiva de la federación estadounidense de este mismo deporte, se negaron a permitir que Lindsay practicara el voleibol, en un intento de evitar que se convirtiera en una rival para sus dos hermanas mayores.

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"Fue ella quien decidió comenzar a jugar al tenis", explicó su madre, Ann, que vive con Lindsay desde que en 1996 se separó de Wink, padre de la jugadora. "Yo quería que nadara. Pero ella se negó en redondo. Tenía el cabello muy rubio y el cloro del agua se lo dejaba con un tono verdoso".

Fue de esta forma casual que Lindsay cogió su primera raqueta a los siete años de edad y ganó su primer torneo sólo un año después. "Era una grandullona con cara de niña", la definió entonces su madre. Pero en aquella edad su físico era una virtud incuestionable, que le permitía desarrollar mucha más fuerza que sus rivales y destacar sin excesivos problemas.

A los 14 años se la comparaba ya con Capriati, aunque incluso su madre la situaba en un nivel inferior. Entre los 13 y los 14 dio un salto espectacular en su tenis: pasó de ser la cuarta sub 14 a convertirse en la primera sub 16 en Estados Unidos. En 1992 fue campeona júnior en individual y dobles en el Open norteamericano.

A los 17 años ganó ya su primer torneo profesional, en Lucerna (Suiza). Entonces surgió una voz premonitoria. La de Lynne Rolley, que trabajó con ella durante cinco años en el plan de desarrollo de la USTA (Asociación de Tenis de EE UU): "Puede llegar a ser la número uno". Lo dijo en un momento en que el físico todavía creaba problemas psicológicos a Davenport. Ella misma lo admite sin reparos, al recordar la primera vez que se enfrentó a la alemana Steffi Graf. "Tuve una sensación extraña en la pista. Ella, tan delgada, y yo, una chica muy grandota. Mi único pensamiento era no tropezar y caer mal o hacer gestos tontos. Quería evitar a toda costa que alguien se riera de mí. Esa sensación me persiguió en mis primeros años en el circuito".

Su evolución era increíble y la confirmó con su triunfo en los Juegos Olímpicos de Atlanta, donde derrotó a Arantxa Sánchez Vicario en la final. Pero era evidente que le quedaba una asignatura pendiente: adelgazar y comenzar a trabajar metódica y seriamente. "Ella ya sabe que debe hacerlo, pero yo no se lo puedo exigir. Debe decidirlo ella misma", reconoció su madre.

Eso ocurrió a finales de 1996, cuando Robert Van"t Hof -técnico de Todd Martin- se lo planteó como un ultimátum. "Me lo habían dicho muchas veces y yo respondía que sí, y no hacía nada. Pero entonces me dije que se habían acabado las patatas fritas y que quería correr y entrenarme". Con sus condiciones, eso resultó definitivo. El pasado mes de septiembre ganó su primer Grand Slam, el Open de EE UU, y el pasado lunes accedió al liderato del tenis femenino mundial.

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