El Deportivo resuelve por la vía rápida
Tres goles en media hora hunden al Oviedo en Riazor
El fútbol también tiene sus ratos de benevolencia, ocasionales muestras de generosidad que contradicen la apreciación general de que éste suele ser un juego cruel y volátil. Anoche en Riazor el fútbol decidió mostrarse obsequioso con sus intérpretes y repartió regalos a todo el que lo solicitó. Tanto desprendimiento le vino de maravilla al Deportivo, que convirtió en gol sus primeros tres remates a puerta. Fue una de esas ocasiones en que lo más difícil se materializa con una facilidad desconcertante. Y en menos de media hora, sin necesidad siquiera de haberse aflojado la corbata, el Deportivo dio la fiesta por concluida. En los tres fulminantes goles del primer tiempo, que resolvieron el duelo de modo tan expeditivo, hubo algún detalle artístico, un toque de ingenio que justificó el inaudito acierto realizador de un equipo que se caracteriza más bien por su tormentosa relación con la portería contraria. Cuando iba poco más de un minuto, Paulo Bento marcó en propia meta, un infortunio para el Oviedo que, sin embargo, no se hubiese desencadenado de no haber sido por el certero saque de córner de Djalminha, uno de esos balones dirigidos al corazón del área con el veneno que está en los brasileños de sus misteriosos rituales futbolísticos.
Del segundo gol quedó para el recuerdo, además de la estocada de cabeza de Ziani, un delicado centro de Fran con esa zurda de terciopelo que tan poco se deja ver de un tiempo a esta parte. En el tercero, el alarde corrió exclusivamente a cargo del diminuto centrocampista francés: su lanzamiento de falta, escorado al borde izquierdo del área, se fue al palo contrario con un efecto que no hubiese desmerecido en las botas de Platini.
En el lapso que medió entre el primero y el segundo gol, el Oviedo todavía intentó sacar la cabeza. Llevó la presión hasta el borde del área local y, por un momento, la envergadura física y la movilidad de Dely Valdés amenazaron con meter en problemas al Deportivo.
La sensación duró muy poquito. Tras el segundo tanto, el Oviedo se limitó a tratar de no perder la compostura. Fernando Vázquez ha introducido en este equipo la novedad de situar a Onopko en el centro de la defensa, lo que equivale a una declaración de principios: desde el primer pase, el balón ha de estar siempre bien dirigido. Pero por muy limpias que fuesen sus intenciones, el Oviedo pasó por Riazor como un buen chico, educado, inofensivo y un tanto frío ante las embestidas de la adversidad.
La segunda parte fue un paseo para el Deportivo, que acabó rizando el rizo para felicidad de la hinchada blanquiazul. Entró Bassir, que finalmente había quedado en el banquillo, en contra de las apuestas iniciales, y le descoyuntó la cintura a toda la defensa del Oviedo.
Luego apareció de nuevo la zurda de Fran, esta vez en su versión más violenta: un soberbio trallazo que se fue a la escuadra y redondeó el marcador en una noche en la que el fútbol no negó nada al Deportivo.
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