Enrique Salvador, un español en Uganda
El viajero español que llega a Entebe se sorprenderá al ver en la fachada de la magnífica terminal del aeropuerto el logotipo de la empresa española que la construyó. Llegado a Kampala, la capital, volverá a ver el logotipo español, ahora en un elegante y bello rascacielos, sede de las telecomunicaciones de Uganda. Cristal azul claro y azulejos blancos, importados de España, lo mismo que todo el complejo equipamiento técnico de un edificio inteligente. Todo esto, y varios hospitales esparcidos por la jungla ugandesa, es la obra de un español, Enrique Salvador, que ha puesto el nombre de España muy alto en aquellos confines de África. Enrique acaba de fallecer, víctima súbita de una enfermedad, agravada por la dureza de los trópicos de lo que no te libra ningún fármaco conocido ni las yerbas de la medicina tradicional indígena.
Era Enrique Salvador un hombre de extraordinarias calidades humanas, emprendedor, trabajador, fiel, buen amigo.
Mientras estuve al frente de las Embajadas de Kenia y Uganda hasta hace sólo unas pocas semanas, tuve contactos continuos con él, con unas siempre gratificantes relaciones. No hacía falta pedirle favores. Los hacía sin necesidad de solicitárselos. Durante más de un año, cuando nos quedamos sin cónsul honorario en Uganda -por otro triste fallecimiento, el de Grace Ibingira, un ilustre ugandés enamorado de España-, Enrique actuó como un magnífico cónsul, sin título pero con corazón y magnanimidad.
En una ocasión conseguí hablar con él cuando se ocupaba de la construcción de un hospital en las estribaciones del Ruwenzori. La estructura del edificio había sido ocupada amistosamente por el Ejército ugandés para cubrir la retirada de 30.000 habitantes de la zona, que huían de los rebeldes procedentes del otro lado de la frontera con el entonces Zaire, buscando refugio en el interior de Uganda. También allí estaba Enrique Salvador, ayudando a todos.
Que los dioses, los de allí y los de aquí, todos, te acojan en su seno.- , embajador de España
