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Paul Gascoigne, otro mal trago

Su cura antialcohólica servirá de ejemplo a los futbolistas británicos

Isabel Ferrer

Cuando el delantero holandés Dennis Bergkamp llegó al Arsenal no podía entender que sus nuevos compañeros olieran ya a cerveza en los entrenamientos matutinos. Desconocía por completo las costumbres de los muchachos, término que engloba actividades tan diversas como jugar un partido informal los sábados en el parque local o irse de copas hasta caer rendidos. El destino de Paul Gascoigne, el jugador más famoso del Reino Unido, ha debido de abrirle los ojos al ex futbolista del Ajax. A él y al resto de la profesión. Convertido en un alcohólico de 31 años, los desesperados paseos nocturnos de Gazza junto a la vía del tren, así como los últimos accidentes -estrelló, borracho, el autobús de su equipo, el Middlesbrough, contra un poste y luego huyó- han dado con su maltrecho cuerpo en un centro de rehabilitación.Hubo un tiempo en que Gascoigne acaparaba las portadas de la prensa nacional. En una ocasión, hasta se le dedicó una página entera a todo color inmortalizando los diferentes peinados con que deleitaba a sus seguidores. Todo le era perdonado porque sus piernas parecían tener un toque mágico. Durante los 10 últimos años, Gazza ha dejado de ser un apodo cariñoso para convertirse en la mejor descripción del chico con talento que no quiere crecer. Paul siguió ganando kilos -siente devoción por el chocolate-, haciendo gamberradas -fue bautizado como el payaso por la prensa inglesa-, marcando goles y tirando del carro del triunfo. Hasta las palizas que le propinaba a su ex esposa, Sheryl, aparecían en los mismos periódicos que alababan sus gestas deportivas. Pero ya no.

Los hinchas suelen rugir cuando los jugadores se abrazan formando una piña humana que sonrojaría a más de un británico fuera de la hierba. Gascoigne hacía algo más. A grandes zancadas exigía de su público una ovación a la altura de su talento. Las noches eran bien distintas. En 1996 se sentó en Hong Kong en un bar, abrió la boca y por allí entró todo el tequila que sus compañeros quisieron verter: la silla del dentista se llama la broma. Su actuación durante el primer partido disputado ese mismo verano por Inglaterra en la fase final de la Eurocopa, fue calificada de "lenta" por los comentaristas deportivos. Aunque no era la primera vez que bebía, a partir de entonces sus salidas fueron más frecuentes.

Poco antes de la Copa del Mundo de Francia, disputada este verano, decidió ir a comer pinchitos al Soho londinense. Eran las dos de la madrugada y no tenía un aspectoo fragante. Cuando Glenn Hoddle, el seleccionador inglés, le apartó del equipo, Gascoigne empezó la caída en picado frenada ahora por su decisión de pedir ayuda médica.

"Aquí no hacemos milagros. Paul debe reconocer que la última cerveza que tomó es, en verdad, la última. Ya no podrá ser un bebedor ocasional", ha advertido el psiquiatra Ash Khan, director clínico del hospital Priory, una serie de centros especializados en depresiones y alcoholismo que tratarán al jugador.

Pero Gascoigne no es un caso aislado, sino la culminación de una costumbre que hasta hace poco el fútbol británico llevaba a gala: sus jugadores bebían. Desde el irlandés George Best a Paul Merson, pasando por el recuperado Tony Adams, el capitán del Arsenal, el fútbol inglés está lleno de Gascoignes. Pero los muchachos han empezado a cambiar de costumbres con más de un sonrojo. La llegada de jugadores y entrenadores franceses, italianos y holandeses ha surtido efecto. Proceden de países donde son informados de los peligros del alcohol y donde suele beberse con menos urgencia.

Muy pocos futbolistas saben qué hacer cuando sus piernas ya no responden. Gazza tiene también un buen ejemplo autóctono. Paul Merson acudió a la misma clínica. Todavía le duele recordar los malos tiempos, pero ha vuelto a jugar. Para Gascoigne, que ha gritado que ya no es nadie, lo más difícil será reconocer lo bajo que ha caído. Y sobre todo recordar que, esta vez, su maltratada esposa no irá a recogerle del arroyo como solía.

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