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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Milosevic cede

LA PRESIÓN de la OTAN, con su amenaza de atacar posiciones serbias, ha surtido efecto y doblegado al líder yugoslavo, Slobodan Milosevic, para que acepte una salida negociada a la crisis de Kosovo en consonancia con la resolución 1.999 del Consejo de Seguridad de la ONU. La posibilidad de la intervención ha quedado así en suspenso. Pero el acuerdo anunciado por el mediador norteamericano, Richard Holbrooke, que debe plasmarse en un texto escrito y detallado, está aún rodeado de incertidumbres. De momento, Milosevic se vuelve a salvar, y ayer, en un discurso televisado en el que no reveló el contenido real del acuerdo, se presentó a los suyos como el dirigente que ha evitado un ataque de la OTAN contra su país.Lo más importante, sin embargo, es que el acuerdo se ponga en práctica de forma inmediata, para evitar la tragedia de los 50.000 albaneses que vagan por los montes de Kosovo y paliar la situación de otros 300.000 refugiados expulsados de sus lugares de residencia por las tropas y la policía de Milosevic. Éste ha sabido aprovechar las dudas y la inacción internacional este verano para lograr algunos de sus objetivos de limpieza étnica en Kosovo. Ahora se ha comprometido a retirar estas fuerzas -preservando algunas por aquello de marcar la soberanía serbia sobre Kosovo-, en un proceso que será supervisado por 2.000 verificadores de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa), condición que había rechazado de forma sistemática, incluso mediante la convocatoria de un referéndum el 23 de abril contra la injerencia extranjera. Su único logro es que esta verificación no corra a cargo de la OTAN, aunque no ha podido evitar que aviones de reconocimiento de la Alianza, junto con aeronaves rusas, supervisen desde el aire la retirada efectiva de las fuerzas serbias. El acuerdo parece, pues, verificable y tiene la ventaja de que en este proceso participará también Rusia, evitándose así un nuevo y poco oportuno motivo de tensión entre Moscú y la OTAN.

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Milosevic también ha aceptado abrir un proceso de autonomía para Kosovo, cuyo estatuto de autogobierno limitado suprimió el dirigente serbio en 1989. Sentar a negociar a las partes no resultará nada fácil, ya que Belgrado pone el límite en un estatuto dentro de Serbia, mientras que los kosovares albaneses -un 90% de la población de la región- apoyan ahora mayoritariamente la tesis de la independencia, aunque carecen de un frente político unido. No obstante, y a la espera de una declaración de Belgrado sobre las relaciones étnicas en Kosovo, el acuerdo fraguado por Holbrooke contempla un periodo interino de autonomía de tres años, vía que parece aceptar el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK).

Es lo que propuso meses atrás Felipe González, encargado de una misión internacional para la antigua Yugoslavia que nunca pudo arrancar. Los europeos, temerosos del efecto desestabilizador que pudiera tener la independencia en la zona, nunca la han apoyado, por lo que sorprende que Holbrooke -pese a que esta vez consultara más con los europeos- hablara ayer incluso de "autodeterminación". Ahora bien, si realmente se celebran elecciones limpias y supervisadas por la OSCE en Kosovo, aunque sea tan tarde como en el otoño de 1999, según anunció ayer Belgrado, se podría alcanzar una solución pacífica.

Todo indica, pues, que no habrá intervención de la OTAN, aunque en la madrugada de ayer el Consejo Atlántico diera luz verde para las operaciones militares aéreas de castigo, si bien suspendiendo su aplicación durante 96 horas. No fue fácil llegar a esa decisión que empujó con fortuna el secretario general de la Alianza, Javier Solana, con el objetivo inmediato de reforzar la posición negociadora de Holbrooke y sabedor de que Milosevic sólo cede ante el castigo o una amenaza creíble. Es mejor que Milosevic haya dado su brazo a torcer, pues un ataque, incluso justificado desde la doctrina del derecho de intervención humanitaria, planteaba numerosos inconvenientes, entre ellos el de no saber cómo terminar.

Una solución estable para Kosovo está aún lejos de lograrse. Los 2.000 verificadores pueden acabar siendo insuficientes, y la OTAN debe mantenerse alerta ante una nueva finta de este maestro de la mentira que es Milosevic. Que se mantengan las sanciones económicas que quedan contra Serbia, al menos por el momento, es una mínima garantía. Asimismo, no debe debilitarse el empeño de detener a los responsables de la limpieza étnica y la represión en Kosovo para llevarlos ante el Tribunal Internacional Penal que juzga en La Haya los crímenes contra la humanidad cometidos en la antigua Yugoslavia.

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