_
_
_
_
Tribuna:EL PERFIL
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ian Gibson, el último viajero romántico

E l tiempo no le ha quitado a este hombre el aspecto de guiri despistado que, en cualquier momento, puede ser víctima de la codicia de un taxista desaprensivo. Sin embargo, nadie considera extranjero a este dublinés. Desde 1984 tiene nacionalidad española, pero eso es lo de menos. Ha conseguido algo más difícil: la naturalización que otorgan los propios paisanos. Hace mucho que Ian Gibson es Juan Jipson o Juan Guipson -que de ambas maneras se pronuncia ahora su nombre-, como Gerald Brenan fue Don Geraldo Brenan o, en el siglo pasado, George Borrow, el hombre que llegó a España para vender Biblias, fue rebautizado como Don Jorgito el Inglés. Ian Gibson forma parte de la última oleada de viajeros románticos que llega a España. La primera, en el siglo XIX, estaba compuesta por buscadores de escenarios exóticos y algún viajero accidental como Don Jorgito el Inglés. La última es la de los hispanistas, esa casta de investigadores intrigados por el enigma de cómo un pueblo amable y alegre como el español puede matar con tanta saña como lo hizo durante la guerra civil. En una España en la que estaba prohibido conocer el pasado, los hispanistas sabían más de nosotros que nosotros mismos. Gibson se hizo hispanista por accidente. Estaba estudiando literatura francesa en el Trinity College de la ciudad de Dublín cuando se vio obligado a elegir una segunda lengua extranjera y escogió el español. A los 18 años, descubrió el Romancero gitano de Federico García Lorca y decidió a hacer su primer viaje a España. Así comenzó su dedicación, que ahora se ha extendido a Dalí y que probablemente, de manera natural, se prolongará en otros estudios sobre Luis Buñuel. A mediados de los sesenta, Gibson decide hacer su tesis doctoral sobre Federico García Lorca y en 1965 viaja a Granada con su mujer para recoger material. El estudio sobre las circunstancias del fusilamiento de Lorca se convierte en un trabajo más detectivesco que académico. Se encuentra con una ciudad y un país que se sienten avergonzados por la muerte del poeta y con unas pocas investigaciones previas en las que abundan las pistas falsas. En 1971 publica un libro en el que recoge las conclusiones de su tesis. Se llama La represión nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca. El libro fue prohibido en España, pero la edición publicada en castellano, en París, por Ruedo Ibérico se hizo muy popular entre los antifranquistas. Profesor universitario en Belfast, primero, y en Londres, después, en 1975 Gibson inicia su marcha hacia el sur. Primero se establece en Francia y luego, tres años después, se va a vivir a Madrid. Curiosamente, como si saldara su pasado, publica entonces el único libro suyo que nada tiene que ver con España, con Lorca o con la guerra civil: El vicio inglés, un ensayo que estudia las peculiaridades sexuales de la clase dirigente británica. Ya en España, sigue ahondando en sus investigaciones sobre la guerra del 36. Son los años de la transición cuando los españoles empiezan a conocer su pasado y, en ese ambiente, los trabajos de Gibson tienen una importancia que excede el interés académico. Se ocupa de José Antonio, Calvo Sotelo o la represión en Paracuellos del Jarama (Madrid). Este último trabajo -Paracuellos, cómo fue- exculpa al entonces líder del PCE, Santiago Carrillo, a quien el franquismo acusó de haber matado a miles de personas. Hace tiempo ya que España es para él bastante más que un simple objeto de curiosidad académica. Se pronuncia con cierto apasionamiento sobre los temas políticos españoles e interviene incluso en debates urbanísticos: él fue uno de los críticos más feroces de la circunvalación hecha en Granada por el Ayuntamiento socialista que afectó al entorno de la Huerta de San Vicente. Su compromiso le lleva a figurar como independiente en las últimas elecciones municipales en las listas del PSOE como candidato a concejal del pequeño pueblo de Restábal, al sur de Granada, en el que se instaló con su familia huyendo del agobio de Madrid. Los que lo conocen dicen que más que un gesto de intencionalidad política fue simple producto de su pragmatismo: quería dotar de vida cultural al pueblo en el que vivía y aceptó la oferta de los socialistas. No salió elegido, pero colabora igualmente con el Ayuntamiento. Hasta llegar a Restábal, Gibson se había ocupado como historiador de los momentos más duros de la reciente historia española, pero es probable que no encontrara nunca antes más incomprensión -al menos, entre algunos de sus amigos- que cuando decidió inocentemente formar parte de las listas socialistas del pequeño pueblo granadino. Eran los tiempos de la crispación y sus efectos llegaban hasta Restábal. Ha sido en Restábal donde Gibson ha escrito su última obra, la gran biografía de Dalí cuya investigación le llevó cinco años. Dicen que está muy hecho a la vida del pequeño pueblo y que cada día se acerca menos a Granada, en donde es un personaje popular hasta el agobio. Gibson no es sólo el último ejemplo de la casta de los hispanistas, sino que su caso supone una auténtica mutación: hace mucho que no mira esta tierra con los desapasionados ojos de un extranjero.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_