¿Un pacto roto?
En muchas ocasiones se ha diferenciado entre el Acuerdo, con sus contenidos, y la Mesa de Ajuria Enea, esa concreta institución creada para la gestión del acuerdo. Cuando algunas voces plantean la posibilidad de trasladar el Pacto al Parlamento vasco olvidan que, en realidad, el sostenimiento de aquél dependía de la apuesta incondicionada por el consenso entre los partidos.Podría decirse que el Acuerdo de Ajuria Enea vivió el mismo sueño que Euskadiko Ezkerra, que quiso hacer de puente entre el nacionalismo y el no nacionalismo. En la ponencia política del tercer congreso de este desaparecido partido, en mayo de 1988, se decía: "El logro de un consenso estable y socialmente asumido por el que el conjunto de la sociedad vasca se dote de unas mismas reglas de juego que rijan nuestra convivencia ha sido la gran asignatura pendiente que una y otra vez nos ha llevado a afirmar que la transición política, en su sentido profundo, no ha culminado en Euskadi". Enero de 1988 fue también el momento del espíritu del Arriaga, en el que el reelegido presidente del PNV, Xabier Arzalluz, pronunció aquella importante afirmación de que no se puede identificar vascos con nacionalistas.
El Acuerdo de Ajuria Enea es resultado del mismo sueño. La segunda fase de la Mesa tiene que ver, precisamente, con el cuestionamiento del consenso. Hoy nos encontramos en una situación en la que, aparentemente, se ha renunciado a la búsqueda de unanimidades y se ha apostado definitivamente por la articulación de mayorías parlamentarias. Si así fuera, en muy poco tiempo puede descubrirse que lo más importante del Pacto no fue su contenido, sino la disposición de los partidos firmantes a alcanzar acuerdos. Afortunadamente, a lo largo de todos estos años la sociedad vasca ha sido capaz de tejer complejos entramados de consensos cotidianos. Y la política no puede construirse al margen de la sociedad.
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