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Teatres

JOSÉ RAMÓN GINER ¡Qué gente tan rara la de Teatres de la Generalitat! Uno pensaba que la institución se habría creado para promover el teatro en nuestra comunidad y suponía que esta tarea se realizaría con mejor o peor fortuna, según las cualidades de sus directivos. En fin, lo habitual en estos casos. Lo que nunca hubiera imaginado es que entre sus planes figurara acabar con el teatro. ¡Qué caminos tan extraños sigue la política! ¡Qué inextricables! Debe ser por ello que ejerce esa fasci-nación sobre quienes merodean en su entorno. El caso es que, ahora mismo, Teatres de la Generalitat ha puesto en marcha una campaña para acabar con el teatro independiente en Alicante, y la está desarro-llando con un éxito notabilísimo. Todo comenzó el pasado verano, cuando se hicieron públicas las ayudas para la producción teatral. Teatres repartió 50 millones de pesetas entre las compañías de la Comunidad Valenciana, con el fin de que montaran algunas obras de teatro. Cincuenta millones no son, desde luego, una cantidad extraordinaria, pero estos pequeños grupos están hechos a vivir con muy poco. Cualquier millón les parece una fortuna y con unos miles de pesetas logran hacer malabarismos en un escenario. Pues, bien, entre las compañías seleccionadas por Teatres, 13 en total, no había una sola de la provincia de Alicante. Es decir, ninguno de los proyectos presentados por los grupos alicantinos mereció el aprobado. No lo mereció Paco Sanguino, ni su compañía, El Club de la Serpiente. Sanguino, un buen autor teatral, varias veces premiado, tuvo que suspender la producción de la obra con la que iba a participar en la Muestra de Autores Contemporáneos, a la que había sido invitado. Tampoco mere-ció ayuda alguna La Carátula. El grupo ilicitano, después de 30 años de funcionamiento regular y solvente, carecía, por lo visto, de relevancia para recibir una subvención de Teatres. Si la primera fase de la campaña tuvo como objetivo ahogar económicamente a los grupos teatrales, la segunda ha buscado acabar con los espectadores. Días pasados, Teatres anunciaba que se reducía a la mitad la ayuda que ha venido concediendo a la Asociación de Teatro Independiente de Alicante. Este año, recibiría únicamente 750.000 pesetas. Ante estos números, la asociación protestó. Su presidenta declaró que la subvención les condenaba a una muerte lenta. A Germán Marco, el gerente de Teatres, no le gustaron nada estas manifestaciones, así que riñó a la asociación, les dijo que eran unos pedigüeños y les conminó a ser autosuficientes. La decisión de Teatres cayó muy mal en Alicante, donde la Asociación de Teatro Independiente es muy respetada. No se entendieron los motivos, ni la postura de Marco. El escándalo fue mayúsculo. Ayuntamiento y Diputación se apresuraron a desmarcarse, arropando a la asociación. Finalmente, hubo de intervenir Eduardo Zaplana para asegurar que no menguaría la ayuda. A mí, ver a un presidente de la Generalitat entregado a estos humildes menesteres me produce una gran impresión. Siempre he admirado a quienes saben apacentar el voto. Lo que no tengo muy claro es qué harán Gil Albors y Marco en el futuro. Para mí que, en cuanto remita el alboroto, vuelven a la carga y acaban con lo que quede de teatro en Alicante. Al tiempo.

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