Chiapas acude a las urnas sin haberse recuperado de las graves inundaciones
Chiapas, el empobrecido Estado mexicano donde hace cuatro años se sublevó la guerrilla zapatista, celebró ayer elecciones municipales en condiciones poco adecuadas para que sus habitantes decidieran libre y soberamente sobre las autoridades que habrán de representarles en los próximos tres años. Inundaciones devastadoras en casi un tercio del territorio, profundas divisiones sociales en ebullición, áreas controladas por las milicias y simpatizantes del subcomandante Marcos y sus ilegales municipios autónomos, otras ocupadas por miles de fugitivos de la violencia y el odio, antizapatistas todavía con un arsenal en su poder, y denuncias de la oposición contra el partido oficial, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), acompañaron el desarrollo de unos comicios que determinaron la titularidad de 103 alcaldías y 40 escaños locales. Pese a ese cúmulo de circustancias adversas no corrió la sangre, ni se registraron incidentes de envergadura.
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) había anunciado que en atención a los incipientes esfuerzos de la sociedad civil mexicana por restablecer un clima de diálogo no boicotearía la consulta.
El destacado comentarista Miguel Ángel Granado Chapas escribía en el diario Reforma que la consulta, suspendida en las ocho cabeceras muncipales de la costa y Sierra Madre más castigadas por las riadas, no debió haberse convocado porque en lugar de solucionar las profundas crispaciones y crisis de convivencia en el norte, los altos y selva de Chiapas, como debiera ser su objetivo, puede agravarlas. "Pero se impuso la sinrazón", dice.
La abstención es un fenómeno moderno. Chiapas fue trasdicionalmente el Estado donde el PRI, con 69 años en el poder, cosechaba los sucesivos triunfos por aclamación que caracterizan a los régimenes de partido único. En 1988, según las cifras oficiales, y en un tragicómico tongo, participó el 102% de los votantes del Estado.
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