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Reportaje:DESVÁN DE OFICIOSPULIDOR

"Siempre estoy sucio, pero entro hasta en el palacio de la Moncloa"

José Martínez, que ha pulido el reloj de Sol, niquela metales en un taller veterano a punto de renovación

José Martínez se lo pule todo. Y no resulta manirroto. Este hombre de 34 años, pendiente en la oreja y hablar cheli, es pulidor de metales, un oficio más viejo incluso que su taller, que ya ha cumplido 110 años en el ramo.José y su hermana Mari parecen predestinados para la tarea, no sólo porque heredaron saberes y establecimiento de su padre, sino también porque éste se ubica en la esquina de las calles de San José y Santa María. Los hermanos Martínez carecen de aura, pero son capaces de inundar de brillo cualquier cosa, siempre que sea metálica. Además se ríen de la coincidencia toponímica.

"Llevo en esto 20 años, desde que dejé el colegio a los 14. No sé hacer otra cosa, pero es que además me gusta ésta", explica José en un local que atufa a ácidos.

-¿Qué ventajas tiene su trabajo?

-Es muy gratificante, porque un cliente trae algo que está hecho un asco y nosotros se lo dejamos reluciente. Además soy mi propio jefe, y eso cuenta mucho.

-También tendrá alguna pega.

-Sí. Es un poco insano, por culpa de las sustancias que manejamos. También es muy sucio. A pesar de ello, este trabajo lo necesitan en todos los sitios, incluso en los más importantes.

-¿Como cuáles?

-Como el palacio de la Zarzuela, el de la Moncloa o las mismas Cortes. Voy sucio, pero entro en todos lados.

Los bronces de las puertas del salón de Columnas de la Presidencia del Gobierno, por ejemplo, han pasado por las manos de José. Y eso después de perder "mucho tiempo" en los controles de acceso al palacio. "La verdad es que me pone un poco nervioso trabajar en sitios como ése, porque tienes un menda detrás vigilando lo que haces, pero entiendo que necesiten tener medidas de seguridad". No son sólo los despachos del poder. A veces, José trabaja con piezas que están a la vista de todos, como el reloj de la Puerta del Sol. "El año pasado, cuando se restauró, me pidieron que puliera la maquinaria y las bolas. Dediqué casi todo el mes de agosto a la tarea y disfruté mucho", recuerda este madrileño que trabaja a poca distancia del kilómetro cero y descansa en Vallecas.

Pulidos Martínez ocupa un semisótano oscuro al que se accede bajando varios escalones. Es un local sin rótulos que conocen bien los amigos de lo viejo: en Madrid no sobran los talleres de pulido y niqulelado. Tras el mostrador de madera se abren dos salas negruzcas donde se apilan bártulos añosos de procedencia diversa. Péndulos de reloj, lámparas, bandejas..., pero son las camas desarmadas el objeto más abundante.

"Restauramos cualquier metal que se deje. O sea, todos, menos el aluminio", detalla José. Impone su voz a la música que emana de una radio de coche con los altavoces colgados de la pared.

Los primeros pasos son comunes para todos los materiales. "Empezamos por dibujar el objeto antes de desmontarlo pieza a pieza. A continuación sumergimos todo en un baño de decapante que le quite la suciedad", explica el pulidor. Al paso siguiente lo llama dratar y consiste en un buen lavado de la pieza con agua. A continuación, el secado, a base de frotar con serrín (tarea a la que se suele aplicar Mari).

El pulido a máquina de cada pieza es la etapa siguiente. Luego hay que desengrasarla mediante su limpieza con piedra pómez en polvo. A partir de ese momento llega el turno de los baños electrolíticos. Los Martínez disponen de dos grandes pilas repletas de ácidos, cubiertas con viejas alfombras para frenar el mal olor que desprenden los líquidos. Una es para latonar (dar un acabado que asemeje al que presenta la aleación de cobre y zinc llamada latón). La otra permite dar baños del plateado níquel.

"Cuando la pieza es dorada se introduce en la pila de latonar durante el tiempo que pida", dice José. Una vez secada con serrín hay que darle otro pulido antes de afrontar el último paso: el barniz. Si el objeto es niquelado requiere además un segundo baño electrolítico en la verdosa pila de niquelar.

-¿Cuánto tiempo necesita el proceso completo?

-Depende. Una cama de matrimonio normalita puede llevar un día y medio de trabajo. Cobramos de 25.000 a 30.000 pesetas por restaurarla.

-¿Se puede vivir bien del pulido de metales?

-Sí, pero hay que trabajar más de ocho horas diarias.

A los hermanos Martínez no les falta tarea. Por eso, dentro de muy poco estrenarán un taller mayor a pocos metros del actual, en la calle de Santa Polonia. Se despedirán del viejo con nostalgia, pero ganarán en luz y espacio. "Si nos va bien, no me importaría contratar a alguien", apunta José, quien tiene el relevo asegurado en su hijo adolescente, más proclive a los metales que a los libros. Los Martínez quieren mantener la historia en sus manos. Aunque sea en pedazos y atufe a ácidos.

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