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El Gobierno de Primakov nace con dificultad y sin credibilidad para superar la crisis

Las primeras nieves del invierno cayeron ayer en Moscú mientras el agónico proceso de formación de Gobierno estaba a punto de concluir tras 20 días de negociaciones en las que el crédito de Yevgueni Primakov casi se agota. Aún debe nombrar al sustituto del dimitido Alexandr Shojin como viceprimer ministro de Finanzas. El ex titular de Exteriores, de 68 años, no da la sensación de que tenga ya un programa anticrisis viable y un equipo capaz de aplicarlo. Aunque Primakov asegura que Rusia proseguirá, con retoques importantes, la vía reformista liberal de mercado, lo cierto es que ha formado un Gabinete en el que lo más significativo es la presencia de partidarios de aumentar el control del Estado en la economía.

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Es el caso del primer vicejefe de Gobierno, Yuri Masliukov, que incluso tiene carné del partido comunista; o de Vadim Gústov, encargado de la construcción y la política regional, que fue elegido gobernador de Leningrado con apoyo comunista; o del viceprimer ministro responsable de Agricultura, Guennadi Kulik, ex diputado agrario y, por tanto, aliado de los comunistas; o del gobernador del Banco Central, Víktor Geráshchenko, que ya lo fue en tiempos soviéticos, y cuya pasada afición a emitir moneda debe espantar a Michel Camdessus, director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI). Nombramientos como esos reflejan que ha habido un giro a la izquierda, en relación a los Gobiernos de Víktor Chernomirdin o Serguéi Kiriyenko, pero sería muy exagerado afirmar que los partidarios de cambiar el rumbo de la reforma se han hecho con el poder en Rusia. Por algo el líder comunista, Guennadi Ziugánov, ha querido desmarcarse de un Gobierno que puede estrellarse al intentar sacar al país del hoyo.Tal vez lo más significativo del equipo de Primakov es que no hay pesos pesados, especialmente en el bando reformista. El titular de Finanzas, Mijaíl Zadórnov, cuya confirmación fue el detonante de la dimisión de Shojin, no tiene un perfil político propio, al igual que el de Economía, Andréi Shapovaliants. Faltan figuras de la talla de Anatoli Chubáis o Borís Nemtsov. Ni siquiera ha podido mantenerse el reformista radical Borís Fiódorov, responsable de recaudar impuestos y de negociar con el FMI.

Un tercer bloque es el de los supervivientes, entre los que cabe destacar a los titulares de Interior, Justicia, Defensa y Servicio Federal de Seguridad, los llamados, con razón, ministerios de fuerza. Todos ellos formaban parte del Gobierno de Kiriyenko y, al menos en teoría, son fieles a Borís Yeltsin, a quien todos los analistas dan como gran perdedor de esta crisis. Por primera vez en muchos años, la lista de políticos más influyentes del diario Nezavisimaya Gazeta sitúa al primer ministro por delante del presidente.

Hace tan sólo un año el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, ocultaba sus ambiciones presidenciales porque había un sobreentendido: que Yeltsin intentaría cortar la cabeza a cualquiera que la asomase antes de tiempo, es decir, antes de que él hubiese decidido si sería o no candidato a la reelección en el año 2000. Ahora, cuando el presidente acaba de reiterar que ya no tiene esa ambición, y cuando la cuestión es más bien si podrá mantenerse en el Kremlin hasta entonces, Luzhkov ha saltado a la palestra. "Me uniré a la carrera presidencial", dijo el miércoles en Londres, "si veo que los candidatos no garantizan la prosperidad y la estabilidad de Rusia".

Hasta antes de estallar la crisis, Luzhkov, muy popular en la capital pero visto con recelo en el resto del país, parecía, pese a su perfil nacionalista, un candidato capaz de entenderse con las mismas fuerzas que en 1996 apoyaron a Yeltsin y lograron su reelección. Ahora, sin embargo, cada vez está más claro que no quiere subirse en un barco en peligro de naufragio, y ha lanzado la caña de pescar hacia las aguas comunistas al asegurar que pronto se formará un "sistema de centro-izquierda" en Rusia.

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Guennadi Ziugánov se apresuró a replicar que es posible un Gobierno con esa coloración, pero no quiso pronunciarse sobre si estaría dispuesto a retirar su candidatura presidencial en favor del alcalde de Moscú. "Primero", aseguró, "hay que destituir a Yeltsin y cambiar la Constitución". Luzhkov volvió a intervenir para aclarar que no descarta llegar a entenderse con los comunistas, aunque desmintió rotundamente al ex primer ministro Víktor Chernomirdin, según el cual, ya existe una alianza con Ziugánov.

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