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Francia asume la enseñanza de las lenguas regionales

El Gobierno francés "actuará de tal manera que podamos firmar y ratificar la carta del Consejo de Europa sobre las lenguas regionales y las culturas minoritarias". La frase es de Lionel Jospin y no precisa cómo llegar a la firma, pero un informe reciente del alcalde de Quimper, el bretón Bernard Poignant, insinúa la necesidad de proceder a un cambio constitucional puesto que el artículo II de la Carta Magna francesa, que ayer cumplía 40 años, indica: "La lengua de la República es el francés". Para el jacobinismo galo, adaptarse a la obligación de permitir -y financiar- la enseñanza del bretón, vasco, catalán, flamenco, alemán, corso y occitano no es demasiado complicado, sobre todo porque se trata de autorizar algo para lo que existe poca o poquísima demanda y se habla siempre de cursos de y no en. Otra cosa es el admitir, tal como exige la carta europea que Jospin dice querer firmar, que "los ciudadanos tienen derecho a expresarse en su lengua regional o minoritaria en el juzgado" o cualquier otra instancia administrativa. En el informe de Poignant se descarta cualquier derecho "a reparación histórica", aunque se admite que el francés a veces "fue impuesto contra la lengua del pueblo". Todo se justifica en nombre del progreso que suponen los valores republicanos y ante la cerrazón de la Iglesia, "que secuestró las lenguas regionales y las enfrentó a la República". Actualmente, en Francia sólo estudia una de las llamadas lenguas regionales el 3,5% de los alumnos, el 75% de los cuales vive en Alsacia y Lorena y aprende alemán.

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