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El Madrid se instala en el éxito

El equipo de Hiddink consigue una sufrida victoria ante un Athletic que no renunció a nada

El partido no rompió los moldes, al contrario circuló según el guión más previsible. La partitura fue clásica (técnica frente a ardor, toque frente a presión, ritmo rojiblanco frente a velocidad madridista). Las condiciones que han adornado o ensuciado (según la aplicación de cada partido) un partido tradicional que siempre concita el interés y proclama un ramilllete de acciones o voluntades manifiestas, cuando menos. Y previsible resultó el juego de ambos equipos: la defensa era una cuestión circunstancial. Ambos sobreviven por el ataque: hábil e intuitivo cuando lo interpretaban Raúl, Savio y Mijatovic; vertical , poderoso y axfisiante cuando correspondía el turno a Urzaiz, Etxeberrria y Ezquerro. En el centro, la brega habitual del Athletic al comando intuitivo de Alkiza y el desorden natural del Real Madrid descabalgado por el fútbol leve y siempre desordenado de Seedorf. Redondo lo acusó, refugiado en labores de zapador que deslucen sus galones y le arruinan la jerarquía.Era un duelo de atacantes, un partido vocacional más personal que colectivo en lo estético y en el desequilibrio del resultado. El desgobierno de tantos metros de terreno invitaba a la calidad, al futbol como una suma de características personales.

ATHLETIC 2

REAL MADRID 3Athletic: I.Etxeberria; Lacruz, Alkorta, Carlos García, Lasa (Larrazabal, m.66); Imaz, Urrutia, Alkiza; J.Etxeberria, Urzaiz y Ezquerro. Real Madrid: Illgner; Panucci, Hierro, Iván Campo, Roberto Carlos; Karembeu, Seedorf, Redondo, Savio; Mijatovic (Jarni, m.88) y Raúl. Goles: 0-1. M.13. Seedorf sirve en profundidad por el centro a Raúl, que gana la espalda a Carlos García y remata. 1-1. M.21. Córner que saca Etxeberria y cabecea a la red Urzaiz. 1-2. M.54. Arrancada de Seedorf, que cede en largo a Mijatovic, que se interna y fusila de un zurdazo a Etxeberria. 1-3. M.59. Savio culmina con la izquierda una arrancada por la banda. 2-3. M.80. Etxeberria aprovecha un error de Roberto Carlos para dejarle el balón a Ezquerro, que cabecea. Árbitro: Daudén Ibáñez. Mostró tarjeta amarilla a Luis Fernández, Panucci, Urzaiz, Carlos García y Redondo. Unos 35.000 espectadores en San Mamés.

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Esperar con eficacia

El Athletic, que encajó un gol en un ejercicio táctico, conjugó sus opciones en los minutos habituales. La primera media hora se mostró indomable como acostumbra, alcanzó el empate con un cabezazo espectacular de Urzaiz y malgastó un penati en el momento más inoportuno. El Madrid, inaplicado, sobrevivía con una defensa incapaz de dominar el juego aéreo (a pesar de la presencia de Iván Campo) y con una propensión natural a la lentitud.

Fue su tiempo para el espectáculo y adoleció de su problema natural: el gol le reclama una porción excesiva de ocasiones previas para que se produzca. A poco que Panucci y Roberto Carlos amarraron su carril, redujeron el problema a un sólo hombre, Urzaiz, tan poderoso como reiterativo.

El Madrid entendió el partido en el descanso. Se trataba de encontrar el balón y el compañero más cercano. Bastó que Seedorf decidiera racionalizar el futbol a la sencillez para que el conjunto de Hiddink recuperase la apariencia perdida. Dos contragolpes vertiginosos y el partido en el bolsillo. Luego a resistir en espera de un Athletic tan corajudo como básico.

Era un clásico y el Athletic lo exprimió hasta la última gota. Marcó Urzaiz y se lo anularon, de una forma que pareció tiraba a inicua; marcó Ezquerro, colocó a su equipo a un gol del empate, e incendió el partido, que ya sólo se disputó en el área madridista. El Athletic ya sin juego, sólo con rabia y un almacén de gasolina suplementaria, encerró el partido en una disputa visceral, eléctrica, espectácular, merecedora de mejor suerte. El Madrid aguantó. Le salvaron los centímetros que le sobraron al Athletic en cada remate. Al final prevaleció la inspiración momentánea del Madrid sobre la tenacidad rojiblanca. El fútbol tiene esos caprichos para juguetear con el resultado.

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