¡Hasta en las farolas!
Me refiero a la publicidad que cualquier habitante de esta ciudad realiza con la mayor de las alegrías y despreocupándose totalmente de la forma y lugar donde la expone (semáforos, papeleras, marquesinas, señales de tráfico). Las hay en colores chillones para llamar más la atención; también existen acabadas en tiras previamente recortadas para que sea más fácil el "sírvase usted mismo".Con relación a los tamaños, las hay de todo tipo: diminutas, para que, atraídos por la curiosidad, leamos lo que se nos ofrece; también las hay de un tamaño exagerado, lógicamente con la misma finalidad, llamar la atención.
En cuanto a la forma de fijación, las hay desde el vulgar cello, hasta la utilización del cubo de cola y la brocha correspondiente.
Este asunto, relatado en la forma más o menos simpática de este escrito, estaría muy bien como entretenimiento, pero, lamentablemente, la abusiva proliferación de dicha publicidad en cualquier soporte de los que abundan en esta ciudad, lleva a la cochambre que cualquiera puede observar.
Papeles colgando de las farolas, otros medio rotos, tiras de cinta adhesiva colgando renegridas de cualquier lugar, y todo ello con la permisividad municipal que entiendo es la encargada, primero de su inmediata retirada, y segundo, y ante la reiteración de los que tan graciosa y gratuitamente ofrecen lo más variopintos de los servicios (por supuesto, todos ellos con su dirección, teléfono y tarifa correspondientes), el deber que tienen de perseguir e impedir tanta actitud incivilizada.
Puestos en el peor de los casos, y viendo tan brillante negocio, se decida cobrar a los publicistas por utilizar de forma totalmente gratuita los abundantes soportes que otros ponemos a su disposición; en ese caso se incrementarían las arcas municipales y, con un poco de suerte, saldríamos todos los madrileños beneficiados, ya que ese dinero se podría invertir en servicios públicos; por ejemplo, en más limpieza viaria.- . .
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