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Los ases de la manga

Un hombre aparece en escena. Se presenta como uno de los mejores especialistas en grandes ilusiones del mundo. Va a estrenar un truco en público por vez primera. Peter Marvey es suizo y tiene 27 años. Sale en mangas cortas: no tiene lugar para guardarse ases. Y así hace aparecer en el aire cartas, bolas, vasos de cristal, hasta un enorme castillo de naipes de su tamaño que viaja de un lugar a otro. Lo mejor está por venir: una alucinante autoamputación. Uno de sus brazos, empuñando una pistola se le separa del cuerpo. Lucha contra él. Al fin, suelta la pistola y la mano queda en el aire. No hay hilos invisibles. El público se queda asombrado. Este número estrenado anoche a escala mundial en el Teatro Cervantes en una gala que juntó a impresionantes ilusionistas, algunos campeones del mundo en sus especialidades, fue el broche de oro del XXII Congreso Mágico Nacional que se cierra esta tarde en Benalmádena (Málaga) y que ha mantenido reunidos a más de 300 especialistas de todo el mundo revelándose trucos y hablando de sus problemas gremiales. "La magia nunca pasa de moda, evoluciona, eso sí, porque el mundo del espectáculo cada vez pide más: ahora aparecen magos que trabajan con ordenadores", dice Ángel Azar, uno de los organizadores del congreso. "Lo que pasa es que la gente está perdiendo la capacidad de asombrarse", añade el malagueño, uno de tantos excelentes magos que se dedican a esto por pura afición. "En España viven profesionalmente tres o cuatro", asegura Azar, especialista en magia de monedas: arte difícil, porque como los nervios te hagan sudar, las monedas, al contrario que las cartas, se resbalan. O el sonido delata lo que guardas en una mano. Uno de los debates más recurrentes en estos días ha sido el de la emisión por Antena 3 Televisión del programa Parece mentira donde un enmascarado desvelaba trucos de magia a los espectadores. Los ases de la manga y la chistera lo han rechazado unánimemente: "Es como desvelar a los chavales cada Navidad quiénes son los reyes magos en una campaña masiva", apunta Jesús Luque, mago Franklin, otro de los organizadores, que añade que "eran trucos muy desfasados y arcaicos, la magia ya va por otro lado: además no se trata de saber el truco sino de tener la habilidad suficiente para que no te des cuenta". "El mago es un actor que hace magia", decía Houdini, aquel soberbio escapista que murió en un más difícil todavía. Su poder estriba en la capacidad de crear una ilusión. Así lo reconoce Luque, que precisamente se dedica al mentalismo, donde España aporta nombres como Anthony Blake. "Él nunca dice que tenga poderes, cada vez que termina su actuación recuerda que todo lo que se ha visto o creído ver es una simple ilusión. Ya nos hubiera gustado un programa de televisión que hubiera desenmascarado a todos esos farsantes que dicen tener poderes: echadores de cartas o adivinos, con gran habilidad, pero nada extraterrenal; si dijésemos que venimos de otro planeta la gente nos respetaría más". Porque muchos magos reconocen que en España, del mismo modo que es una potencia en magia de cerca (Juan Tamariz está considerado como el mejor del mundo en su género y un notario español muerto recientemente, Arturo de Ascano, estaba considerado en EE UU como el número uno en trucos de cartas) el público es muy reacio al truco. "No sé por qué, no sé si es por esa tradición de trileros o qué pero los españoles te miran con la mosca detrás de la oreja, rechazando que los engañen", apunta Azar, quien recuerda que "el cine también utiliza trucos, efectos especiales y el público se lo traga".

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